He releído en estos tiempos de distancia la extraordinaria trilogía de Torrente Ballester conocida como Los gozos y las sombras. Sin duda, la serie de RTVE que la popularizó era magnífica y, desde luego, permitió que muchos se familiarizaran con las novelas. Sin embargo, los trece episodios se permitieron, a pesar de su fidelidad, algunas omisiones bien significativas.
Durante las últimas semanas me están preguntando muchas personas que asisten a mis conferencias por materiales para estudiar distintos aspectos y temas relacionados con la Biblia.
Derrotada en dos guerras mundiales, Alemania ha vuelto a ser la primera potencia de Europa. Una situación nada fácil para una nación que aún vive atenazada por la culpa y que forma parte esencial de la UE.
Durante semanas, hemos escuchado lacrimógenas justificaciones para un ataque militar contra Siria. La razón es el uso de gas realizado no sabemos por quién aunque sí hay constancia de que Gran Bretaña lo proporciona a los opositores del dictador Assad. Palabrería humanitaria aparte lo que tenemos delante es sólo un juego de tronos.
El nacionalismo catalán ha perseguido siempre un modelo que le sirva para vertebrar la denominada nación catalana. Hasta la fecha, no ha tenido éxito en el empeño.
La noticia de que un grupo de energúmenos asaltó a un empresario israelí en la Universidad autónoma de Madrid tras una manifestación de marcado carácter antisemita es una de las noticias más sobrecogedoras de los últimos tiempos. Reproduzco a continuación el editorial que le dediqué el martes 8 de junio.
Acabo de ver la encuesta en la que el PP, supuestamente, aventaja al PSOE en diez puntos. No tengo razones para negar su veracidad, pero confieso que hay un sector del pueblo español que me sume en el estupor. Hace apenas unos días, la diferencia era de 1 punto – con cinco millones de parados – y ahora, tras el anuncio de recortes, se ha multiplicado por diez. No sólo eso. El pueblo que niega su apoyo a ZP parece que sigue compartiendo más si cabe su orientación izquierdista. Así, repudia la acción de los sindicatos – con razón – para luego manifestarse a favor de una huelga general. Dice que las medidas de ZP no le gustan y luego afea al PP que no las apoye. Podría seguir multiplicando los ejemplos, pero éstos bastan.