Los primeros cristianos pensaron que el primer evangelio fue el de Mateo y no faltan las razones para suscribir ese punto de vista. Cuando se comparan los episodios comunes con el relato de Marcos resulta obvio que éste desarrolla mucho más los materiales y, por lo tanto, es difícil que sea anterior.
Viajar por California constituye un auténtico regalo para los sentidos. Su clima es el mejor de la unión y se parece de manera dulce y generosa al del Mediterráneo español.
Tendría yo unos quince años, cuando en el colegio de San Antón se quedaron sin profesor de francés. Acabaron contratando a un alemán, amigo de George Moustaki, bohemio y enamorado de la vida en España. Tenía el germano opiniones peculiares como cuando, en 1973, afirmaba en relación a España aquello de “Esto es una democracia y no Alemania donde no se puede llegar cinco minutos tarde”.
La última escala de mi viaje por Honduras fue Tegucigalpa, capital de la nación. Fue más que breve que el tiempo pasado en San Pedro Sula, pero no menos intenso.
Durante años, he sido, con profundo dolor de mi corazón, muy pesimista acerca de las posibilidades de que Venezuela recuperara su libertad y viera el final del chavismo. Las razones eran varias y, a mi juicio, poderosas. La primera era que nadie parecía captar la esencia del entramado jurídico del chavismo.
Fue F. D. Roosevelt el que acuñó el término de los cien días como período de tiempo para juzgar la labor presidencial. Trump ya los ha pasado y resulta obligado examinarlos. El diagnóstico es variopinto.
Era yo todavía muy joven y ejercía aún la abogacía - hará un cuarto de siglo – cuando uno de los hermanos Ybarra me contó una historia peculiar. Durante la guerra civil, uno de sus compañeros de la aviación solía regresar en camino a la base leyendo un libro en árabe. Sorprendido por aquella persistente afición, Ybarra acabó preguntándole de qué obra se trataba.