Las referencias recogidas en 21, 24 y 21, 20 identifican al autor con el Discípulo amado, mencionado explícitamente en 13, 23; 19, 26-27; 20, 1-10 y 21, 7 y 20-4; y, quizá, en 18, 15-16; 19, 34-7 e incluso 1, 35-6. El Evangelio nunca identifica por nombre al Discípulo amado aunque tampoco a Juan el apóstol. De hecho, si en la Ultima Cena sólo hubieran estado presentes los Doce, obviamente el Discípulo Amado tendría que ser uno de ellos, pero tal dato dista de ser totalmente seguro. Ahora bien
existen datos relevantes que apuntan a la autoría de Juan.
- En primer lugar, se hallan los aspectos que podríamos denominar "geográficos". Así, en el Evangelio de Juan, el ministerio de Jesús en Galilea tiene una enorme importancia, hasta el punto de que la región aparece mencionada más veces en este Evangelio que en ningún otro (ver, especialmente: 7, 1-9).
- Dentro de esa región, Cafarnaum o Capernaum, una zona vinculada con Juan el de Zebedeo estrechamente (1, 19; 5, 20), recibe un énfasis muy especial (2, 12; 4, 12; 6, 15) en contraste con lo que otros Evangelios denominan el lugar de origen de Jesús (Mt 13, 54; Lc 4, 16).
- La misma sinagoga de Cafarnaum es mencionada más veces que en ningún otro Evangelio.
- De igual forma, este evangelio hace referencia al ministerio de Jesús en Samaria (c. 4), algo explicable si recordamos la relación de Juan, el de Zebedeo con la evangelización judeo-cristiana de Samaria (Hch 8, 14-17).
- Añadamos también dentro de este apartado que las descripciones del Jerusalén anterior al 70 d. de C. que aparecen en este Evangelio, encajan con lo que sabemos de la estancia de Juan en esta ciudad después de Pentecostés.
- De hecho, los datos suministrados por Hch 1, 13-8, 25, y por Pablo (Gál 2, 1-10) señalan que Juan se encontraba todavía en la ciudad antes del año 50 d. de C.
- A estos aspectos que hemos denominado "geográficos" habría que añadir otros de carácter "personal" que encajan asimismo con lo que sabemos de Juan el de Zebedeo. Para empezar, éste formaba parte del grupo de tres (Pedro, Santiago y Juan) más próximo de Jesús. Resulta un tanto extraño que un discípulo supuestamente tan cercano a Jesús como el Discípulo Amado, de no tratarse de Juan, no aparezca siquiera mencionado en otras fuentes.
- Asimismo Juan fue uno de los dirigentes judeo-cristianos que tuvo contacto con la Diáspora, al igual que Pedro y Santiago (Sant 1, 1; 1 Pe 1, 1; Jn 7, 35; 1 Cor 9, 5) lo que encajaría con algunas de las noticias contenidas en fuentes cristianas posteriores en relación con el autor del Cuarto Evangelio.
- Esta obra procede además de un testigo que se presenta como ocular, circunstancia que, una vez más, se cumple en Juan, el de Zebedeo.
- En cuanto al vocabulario y el estilo del Cuarto Evangelio señalan a una persona cuya lengua primera era el arameo y que escribía en un griego correcto, pero lleno de aramismos, algo que de nuevo tiene paralelos en Juan, el hijo de Zebedeo.
- Finalmente, el trasfondo social de este personaje armoniza perfectamente con lo que cabría esperar de un "conocido del sumo sacerdote" (Jn 18, 15). De hecho, la madre de Juan era una de las mujeres que servía a Jesús "con sus posesiones" (Mt 27, 55-56; Lc 8, 3), al igual que la esposa de Juza, administrador de las finanzas de Herodes. Igualmente sabemos que contaba con asalariados a su cargo (Mc 1, 20). Quizá algunos miembros de la aristocracia sacerdotal lo podrían mirar con desprecio por ser un laico (Hch 4, 13), pero el personaje debió distar mucho de ser mediocre a juzgar por la manera tan rápida en que se convirtió en uno de los primeros dirigentes de la comunidad jerosilimitana, situado sólo detrás de Pedro (Gál 2, 9; Hch 1, 13; 3, 1; 8, 14; etc).
En el caso de que Juan el de Zebedeo no fuera el autor del Evangelio - y como se puede ver las razones a favor son de peso - éste tendría que ser algún discípulo muy cercano a Jesús (por ejemplo, como los mencionados en Hch 1, 21 ss) que contaba con un peso considerable dentro de las comunidades judeo-cristianas de Israel, que tendría todas las características de Juan, pero del que , inexplicablemente, no se habría conservado el nombre. Demasiado retorcido como para ser verosímil. Por lo tanto, la tesis más razonable y, sobre todo, documentada apunta a que el Evangelio de Juan fue escrito… por Juan.
CONTINUARÁ