Fue en una época en que la dictadura franquista, en su enorme maldad, nos privaba del placer de contemplar culebrones venezolanos y nos obligaba (sólo había una cadena) a llenarnos las neuronas de Víctor Hugo, Dumas, Balzac o Dostoyevsky. Dickens, como ya señalaba, era uno de esos escritores que no sólo aparecía en la pequeña pantalla con frecuencia sino que además formaba parte de las lecturas habituales. De entre sus obras, a mi la que siempre me emocionó más, aunque pueda considerarse una obra menor, fue Canción de Navidad. No fue, desde luego, el único relato navideño que salió de la pluma del escritor inglés. A decir verdad, escribió uno todos los años durante una buena temporada de su vida e incluso Engels alabó el titulado Las campanas por su supuesto contenido social. Sin embargo, ninguno supera a Christmas Carol que podría traducirse simplemente como Villancico. Su trama es muy sencilla, pero extraordinariamente sugestiva. Un viejo avaro y miserable llamado Scrooge recibe la visita de tres espectros, el de las Navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras. Así descubre que ha malbaratado su vida acumulando dinero y que ha perdido infinidad de ocasiones de alegrar las existencias ajenas. El resultado final – por si acaso no les cuento ni el desarrollo ni el desenlace - es un relato de luz y verdad, de redención y alegría, de nueva vida y felicidad. Eso deseo yo a todos los lectores de esta humilde sección. Como dice Dickens al final de su relato: Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todos.