Así, lo que en una novela española nos hubiera dejado un resabio amargo, desagradable, sucio y desesperanzado, en esta película, basada en una novela de William Humphrey, acababa desenvolviéndose en una acción donde, junto a la maldad, se podía contemplar con todo el glamour de la época dorada del cine la nobleza, la dignidad y la posibilidad de ser mejores. En otras palabras, Emilia Pardo Bazán – por poner un ejemplo – podía trazar los mismos horrores, pero, al parecer, el paisaje de Galicia impedía una redención que, en este caso concreto, sí se operaba en la Texas rural.
Los melodramas de aquel entonces – éste lo dirigió Vincente Minnelli, pero los hubo geniales bajo la guía de Douglas Sirk o Delmer Daves, entre otros – constituyen un verdadero elenco de obras maestras que, bien llamativamente, no han quedado envejecidas por el paso del tiempo. Por el contrario, se pueden volver a ver y, a pesar de su dilatada duración, continúan produciendo una sensación de buen cine, un buen cine que dejó de realizarse hace décadas y que, contemplado ahora, permite comprender que se puede ahondar en los conflictos humanos más turbios sin caer en la grosería o el mal gusto y conservando siempre un hálito de caballerosidad y de romanticismo. Hoy les dejo con Con él llegó el escándalo y espero poder traerles el año que viene alguna alhaja más. Ésta, desde luego, merece la pena verla.