Todos saben que Lenin fue el artífice de la revolución rusa de octubre. Algunos – muy pocos junto con Pablo Iglesias que lo ha utilizado para justificar el recibir dinero de la dictadura iraní de los ayatollahs – saben también que Lenin pudo llegar a Rusia gracias al kaiser alemán que confiaba en que una revolución colocaría al imperio de los zares fuera de combate en la primera guerra mundial. Casi nadie conoce el hecho de que el gran artífice de esa plan que colocó a Lenin en Rusia y que permitió el desencadenamiento de una revolución que acabó en la creación del primer estado totalitario de la Historia fue un millonario judío llamado Parvus. Diemon rievolutsii cuenta precisamente esa Historia.
Aparte de su interés histórico – la serie estaba basada en las memorias de uno de los oficiales de la Seguridad zarista – y de su extraordinaria factura, la serie es más que relevante porque dirige la luz a una realidad oculta y, sin embargo, de conocimiento indispensable para entender el mundo en que vivimos. Las revoluciones, incluidas las comunistas, jamás se deben a la acción del pueblo. Por el contrario, las masas son conducidas ovejunamente por pequeñas élites – como Lenin y sus bolcheviques – pero incluso esas élites no son independientes. Tras ellas, están los que manejan los hilos, unos hilos sin los que jamás se hubiera podido tejer la Historia en esa dirección. De manera que sorprenderá a algunos – no a quien escribe esto – muchas de esas revoluciones socialistas fueron financiadas por capitalistas y multimillonarios, precisamente los que no suelen aparecer en los libros de Historia.
Hoy, la prensa habla de las fuerzas populares que toman las calles en Chile, pero no dice una palabra de la financiación de entidades juveniles chilenas por Soros desde hace años ni tampoco de la oposición de Piñera a firmar el acuerdo de inmigración de la ONU ni mucho menos de la constitución que la ONU redactó para Bachelet y que ahora se quiere imponer en Chile desde la violencia de las calles. Sin embargo, ahí están las verdaderas claves de cómo el oasis de Hispanoamérica se ha convertido en campo de batalla de la revolución por – aparentemente – la subida de las tarifas del metro y con el respaldo de las autoridades de la iglesia católica – siempre colocándose donde calienta el sol - en Chile.
El caso de Rusia no fue diferente. En 1916, el zar era enormemente popular, Rusia no estaba siendo derrotada por los imperios centrales y nadie creía en una revolución. Parvus, sí, y, ciertamente, cambió la Historia.
Adelanto que no hay versión doblada de la película al español, pero los que dispongan de amazon prime en www.amazon.com la pueden ver gratis en ruso con subtítulos en inglés. Crean que es de lo mejor que pueden ver ahora y no sólo porque la Historia es muy interesante sino porque arroja luz sobre la realidad de revoluciones socialistas y comunistas tras las que se encuentran oscuros financiadores millonarios, ésos que saben que es mucho más rentable llegar a acuerdos con un dictador de izquierdas - que pueda robar a manos llenas bajo la bandera de la expropiación y la justicia social – que con un sistema democrático en el que haya libertad de mercado y, por lo tanto, resulte obligado competir. Cuando se comprende esto, se comprenden muchas cosas como el amor de los empresarios españoles hacia el PSOE y los partidos nacionalistas; o las jugadas internacionales de Soros o lo que ahora mismo sucede en Colombia y Chile por no decir en Nicaragua o Venezuela. Lo demás es demagogia, ignorancia y palabrería, precisamente la demagogia, la ignorancia y la palabrería que sirven los medios inclinados ante el poder y alquilados mediante el pago de su publicidad. Créanme: no se pierdan esta serie.