Oliver Stone es uno de los grandes directores de cine norteamericanos.  Galardonado con el óscar más de una vez, debo decir que algunas de sus películas como JFK o Nixon me parecen verdaderas obras maestras difíciles de superar.  Se le suele acusar, a veces histéricamente, de ser izquierdista.  Por regla general, no son gente que, como Stone, haya recibido dos Corazones púrpura al valor por combatir en Vietnam.  Se puede no estar de acuerdo con la visión de Stone, pero ha dado por su patria muchísimo más que la inmensa mayoría de los americanos.  También tiene una visión especialmente inteligente y bien documentada de los acontecimientos históricos y de la actualidad.  Sus entrevistas con Putin constituyen un plato de visionado obligatorio si, efectivamente, se desea comprender a cabalidad fenómenos como las crisis en Ucrania o Siria.  No menos interesante es la manera en que Putin se expresa sobre la ideología de género – en torno al minuto 1: 10 – señalando que en Rusia no se persigue a los homosexuales, pero que la defensa de la familia es esencial para la salud de una nación.  Sus opiniones sobre Trump, sobre la NATO, sobre Europa, sobre el islam son dignas de escucharse.  Por lo menos, para saber de que se habla y no como esos ignorantes que creen que Rusia es la antigua Unión soviética - ¡¡¡que desapareció hace tres décadas!!! – o que se limitan a repetir como papagayos, muchas veces sin saberlo, los argumentos anti-rusos que proporcionan los servicios de inteligencia británicos.