Jueves, 25 de Abril de 2024

On Wings of Eagles

Miércoles, 18 de Septiembre de 2019

La gente de mi edad o mayor seguramente recordará un éxito de Hollywood titulado Carros de fuego.  La película, centrada en la historia de dos atletas, contaba con una banda sonora extraordinaria de Vangelis que se convirtió en enormemente popular.  En la pantalla se veía corriendo a cámara lenta a los deportistas mientras sonaba la música y la secuencia se hizo tan conocida que, por ejemplo, un amigo mío de aquel entonces – bastante tonto, por cierto – gustaba de poner la música en el tocadiscos mientras corría ¡¡a cámara lenta!! por la habitación.  Conocidos memos aparte, la verdad es que la película resultaba más que notable porque Eric Liddell, uno de los protagonistas, rechazaba correr en domingo durante las olimpiadas de 1924 para obedecer la ley de Dios.  Ni siquiera la petición directa del príncipe de Gales lo disuadió de traicionar sus principios espirituales.  Así, Liddell no corrió en la prueba de los cien metros en donde hubiera podido alzarse con la medalla de oro.  Sin embargo, la integridad de Liddell tuvo su recompensa porque corrió en la prueba de los cuatrocientos metros y la ganó.  La película concluía en ese momento en que Liddell, tras obedecer a Dios antes que a los hombres, pensaba en su futuro como misionero en China.

A lo largo de mi vida, he conocido millares – quizá centenares de miles – de seres humanos, pero muy pocos han despertado mi admiración.  Entre ellos, ocupa un lugar Eric Liddell.  Sus padres, escoceses, fueron misioneros en China y allí nació Eric aunque luego fuera enviado a estudiar a Gran Bretaña.  Destacado corredor, pudo tener una carrera extraordinaria tras su triunfo en las olimpiadas de París, pero decidió ser consecuente con el plan de Dios para su vida y marchó a China como misionero.  Esa parte de su vida es la que relata la película On Wings of Eagles (En alas de águilas) que vi este verano y que, ciertamente, me impresionó.

Liddell trabajó notablemente como misionero, en especial con niños, y cuando Japón agredió a China – un episodio poco conocido en occidente – decidió no regresar a Gran Bretaña sino quedarse con sus hermanos chinos.  El coste de esa decisión no fue pequeño porque las tropas japonesas llegaron al lugar donde se encontraba Liddell y lo internaron en un campo de concentración.  On Wings of Eagles no tiene la música ni el presupuesto de Carros de fuego, pero, desde muchos puntos de vista, su contenido es mejor y su relato, mucho más interesante. 

Mantener la fe en un campo de concentración regido por los japoneses, sufrir el hambre y la enfermedad, fallecer apenas unas semanas antes de la liberación formó parte del poderoso testimonio de Eric Liddell, un testimonio que pone de manifiesto lo que es ser verdaderamente cristiano, algo radicalmente distinto de publicar papanatadas sobre el calentamiento global o abrazarse con políticos.  Merece la pena que la vean.

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