El cine israelí no tiene la altura del americano, del indio o del ruso y, por añadidura, es poco conocido. Sin embargo, es origen de películas de enorme interés muy críticas – y veraces – sobre Oriente medio y aunque solo fuera por eso, dignas de verse. Baste decir que, por ejemplo, ese cine es bloqueado por comunidades judías en el extranjero – en Estados Unidos, sin ir más lejos – precisamente porque deja de manifiesto una realidad que no se corresponde con la propaganda. Un ejemplo de ese cine crítico, inteligente y realista es Sallah. Protagonizada por Topol – que saltaría a la fama internacional encarnado a Tevie en El violinista en el tejado – Sallah cuenta la historia de una familia de sefardíes procedentes del norte de África que llega a Israel y tiene que integrarse en su nuevo país. El guion – escrito por el humorista israelí Efraim Kishon – señala con un humor extraordinario la realidad de Israel. Nos encontramos con esos funcionarios que reciben a judíos americanos que han donado dinero para plantar árboles en Israel y a los que se enseña siempre el mismo lugar aunque cambiando pertinentemente el cartel con el nombre para satisfacer su vanidad; con esos políticos que visitan a los inmigrantes para comprarles el voto a cambio de regalos surgidos del presupuesto público; con esos burócratas sin corazón y, al parecer, sin cabeza; con ese socialismo – en este caso, el de los kibutzim – en el que el bien común no existe porque no existe el bien individual y donde la gente se suma ovejunamente a la masa y con un largo etcétera israelí que podría también ser universal y podría verse en la España o en los Estados Unidos de hoy en día.
Todo esto se podría narrar de una manera que pudiera hundirte en la depresión para el resto de la semana, pero Sallah – el nombre del judío norteafricano llegado a Israel con mínimas ganas de trabajar y un especial olfato para recibir del estado – lo narra todo de una manera que arranca la sonrisa, la carcajada e incluso movimientos de cabeza que dicen: “Cómo es este mundo…”.
Les dejo con una canción de la película donde Sallah cuenta sobre el viejo mesías que ahorró para comprar una mujer – sí, esos judíos que venían de África compraban esposas como sus vecinos musulmanes - y cuando lo consiguió al cabo de muchos años… sólo le dio hijas…
Aquí está la canción