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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

El Señor

Domingo, 14 de Febrero de 2016

LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LA IDEOLOGÍA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (VI): LA CRISTOLOGÍA (VI): El Señor

El Señor[1]

La aplicación a Jesús del término kyrios (Señor) es aceptada actualmente como anterior a Pablo incluso en su acepción de título que implica la idea de divinidad.[1] La discusión se centra hoy en día en la dilucidación del ámbito exacto donde surgió (judeo-cristianismo o cristianismo gentil anterior a Pablo), los criterios para llegar a una conclusión y el significado del título en el judeo-cristianismo afincado en Israel.

Que este último aplicaba el título de kyrios a Jesús resulta difícil de negar a la luz de Ap. 22, 20, pasaje que además nos permite deducir que la fórmula maranaza de 1 Cor. 16, 22 equivale a maranazá («ven, Señor nuestro»). Bousset[1] argumentó que la expresión había surgido en Antioquía en relación con los creyentes arameoparlantes de Siria y Cilicia, y que, por lo tanto, se había originado en un ámbito helenístico y no ubicado en Israel. Bultmann reconoció el origen del término en la tierra de Israel, pero afirmó que, originalmente, sólo se refería a Dios y que no se aplicó a Jesús hasta llegar al ámbito helenístico. Ambas posturas son, a juicio de la mayor parte de los especialistas actuales, inaceptables.

En primer lugar, y en esto existe hoy en día un consenso casi unánime, parece evidente que si la expresión maranaza fue preservada como una fórmula aramea incluso en iglesias helenoparlantes, se debió a que su origen debe retrotraerse a una iglesia arameoparlante[1] y la única a la que podría atribuirse una influencia de este tipo fue la de Jerusalén.[1] La controversia surge a partir del momento en que se intenta cifrar el contenido exacto de mara.Para W. Kramer,[1] la expresión tenía en el ámbito de Judea un contenido meramente honorífico, mientras que en el helenístico poseía connotaciones de divinidad, no existiendo entre ambas ninguna «conexión genética». Este punto de vista resulta cuestionable, entre otras cosas, no sólo porque es muy difícil aceptar esa desconexión entre comunidades que tuvieron lazos muy fuertes entre sí (Gál. 2, 11 y ss.; Hch. 11, 27 y ss.; 15, 1 y ss., etc.), sino porque además hay datos que apuntan a que el judeo-cristianismo ubicado en Israel utilizó el título de «Señor» con un contenido que trascendía con mucho del meramente honorífico y que para ello se sirvió de precedentes judíos.

El título mar ya aparecía aplicado a Dios en las partes arameas del Antiguo Testamento. En Dn. 2, 47 se llama a Dios mare malkim («Señor de los reyes») y en 5, 23 encontramos la expresión mare shamai («Señor del cielo»). En ambos casos, la Septuaginta ha traducido mar por kyrios. En los textos de Elefantina, marvuelve a aparecer como título divino (pp. 30 y 37). A. Vincent ha señalado incluso que este contenido conceptual ya se daba en el siglo IX a. J.C.[1]. En escritos más tardíos mar sigue siendo una designación de Dios. El tratado Rosh Hashana 4a cita Esd. 6, 4 sustituyendo el elah shamaiamasorético por mar shamaia. El tratado Berajot señala la validez de la fórmula de oración Berik mare de pat («Bendito sea el Señor de este pan») y en el Talmud aparecen además las expresiones mare alma (Ber. 6a; Git. 88a; Sanh. 38a) y mare Abraham (Eruv. 75a; Sab. 22a; Ket. 2a; Baba Bat. 134a) aplicadas a Dios. Los midrashim redactados en Israel contienen también buen número de referencias a Dios como mar (Gen. Rab. 13, 2; 22, 2, etc.).

De lo anterior, cabría esperar que los judeo-cristianos afincados en Israel hubieran utilizado ese título para referirse a Dios (y, efectivamente, así lo hicieron), pero además, y desde una fecha muy temprana que podría situarse en la década de los 30, también lo aplicaron a Jesús. Un ejemplo de ello lo encontramos en el himno judeo-cristiano citado en Flp. 2, 5 y ss.[1] Teniendo en cuenta que Pablo escribió esta epístola en tomo a los años 60-62, la impresión que se obtiene de la lectura de este pasaje es que era ampliamente conocida y que su redacción puede retrotraerse a algún período histórico situado entre los años treinta y cincuenta del siglo I. En este himno, Jesús es presentado como un ser preexistente que existía en forma de Dios, pero que no se aferró a su condición de ser igual a Dios (v. 6). Por el contrario, se vació de la misma, tomando la forma de siervo (v. 7) y muriendo en la cruz (v. 8). Esta conducta suya hizo que Dios lo exaltara otorgándole el «Nombre» que está sobre todo nombre (v. 9) para que, en cumplimiento de la profecía de Is. 45, 23 (que en realidad se refiere al propio YHVH), ante Jesús se doblara toda rodilla (v. 10) y toda lengua lo confesara como Señor (v. 11). De la lectura de este pasaje se desprende que el judeo-cristianismo tenía una visión de Jesús como Señor que trascendía con mucho de un mero título de cortesía y que contenía —como seguiremos viendo al tratar del «Nombre»— indudables connotaciones de Divinidad.

Desde luego, éste es el contenido que aparece en otras fuentes judeo-cristianas. Aun descartando que Hch. 1, 24 sea una oración dirigida al Jesús resucitado y ascendido, lo cierto es que el título de kyrios (lógicamente, mar en un medio arameoparlante) tal como se aplica a Jesús deja de manifiesto lo siguiente:

 

1. Es idéntico al utilizado para referirse a Dios (Hch. 2, 39; 3, 22;4, 26, etc.) como ya hemos visto al examinar el uso de mar en el judaismo. No deberíamos tampoco olvidar que la Septuaginta había sustituido ya desde hacía tiempo «YHVH» por Kyrios.

En estas fuentes, tanto Dios como Jesús son denominados Kyrios, de tal forma que en algunos pasajes no es fácil discernir si la referencia es a Dios o a Jesús (Hch. 2, 20). Por si fuera poco, ocasionalmente se tiene la sensación de que el título aplicado a Jesús compromete seriamente la idea de un monoteísmo estricto (Hch. 10, 36).

2. El título Kyrios aplicado a Jesús va más allá de un simple título honorífico (Hch. 4, 33; 8, 16; 10, 36; 11, 16-7; Sa. 1, 1; etc.).

3. Kyrios implica una fórmula cúltica propia de la divinidad (Hch. 7, 59-60; Sant. 2, 1). Así Esteban se dirige a este Señor Jesús en el momento de su muerte, el autor de Apocalipsis encamina hacia él sus súplicas y Santiago le añade el calificativo «de gloria» que, en puridad, sólo sería aplicable al mismo YHVH (Is. 42, 8).

4. El uso de Kyrios permite ver cómo se atribuían sistemáticamente a Jesús citas veterotestamentarias referidas originalmente a YHVH (Hch. 2, 20 y ss. con Jl. 3, 1-5).

5. La fórmula compuesta «Señor de Señores» (tomada de Dt. 10, 17, donde se refiere a YHVH) es aplicada a Jesús, lo que implica una clara identificación del mismo con el Dios veterotestamentario (Ap. 17, 14; 19, 16).

Tanto el judeo-cristianismo de la Diáspora (1 Pe. 1, 25; 2 Pe. 1, 1; 3, 10; Heb. 1, 10, etc.) como el paulino (Rom. 5, 1; 8, 39; 14, 4-8; 1 Cor. 4, 5; 8, 5-6; 1 Tes. 4 y 5; 2 Tes. 2, 1 y ss., etc.) siguieron esa línea que, no obstante, ni fue creada por ellos ni encontró su origen fuera de Israel,[1] sino en el medio judeo- cristiano de Jerusalén.[1]

 

CONTINUARÁ

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