El jadiz es una tradición de contenido religioso que pretende remontarse al mismo Mahoma. Sin embargo, su recopilación no comenzó hasta dos siglos después de la muerte del profeta del islam, lo que obliga a fundamentar su veracidad en una cadena de autoridades (isnad) que aparecen consignadas antes del texto (matn) de cada jadiz. Como resulta fácil imaginar, no todas las tradiciones pueden considerarse dotadas de la misma seguridad y esta circunstancia ha provocado que se las clasifique como coherentes (sajih), buenas (jasan) y débiles (daif). Para los musulmanes sunnitas, existen dos obras escritas de suma relevancia al respecto a las que denominan Sajijs. Se trata de las compilaciones realizadas por Bujari (m. 870) y por Muslim (m. 875). Aunque existen al menos otras cuatro recopilaciones más, éstas no son consideradas de tanta relevancia.
Por lo que se refiere a los musulmanes shiítas, cuentan con sus propias compilaciones realizadas primero por Kulini (m. 939) - prácticamente a tres siglos de la muerte de Mahoma - y después por Qummí (m. 991) y Tusi (m. 1067).
Sin duda, la colección más antigua, más importante y más dotada de autoridad es la de Abu Abd-Allah Muhammad al-Bujari conocida como el Sajij al-Bujari. Al -Bujari nació en el año 811, poco menos de dos siglos después del fallecimiento de Mahoma. Cuando tenía unos diez años comenzó a estudiar los jadiz, una tarea que acabó por obsesionar. Deseoso de fijar por escrito todo este conjunto de tradiciones, se dedicó a viajar extensamente hasta recoger unas trescientas mil de las que llegó a memorizar las dos terceras partes. Hacia el final de su vida, había compilado 7.275 jadiz de los que no tenía ninguna duda en el sentido de que se tratara de materiales relacionados con enseñanzas o acciones de Mahoma.
La extensión de su obra compilatoria, el Sajij Al-Bujari, no es pequeña. De hecho, la edición utilizada para redactar el presente capítulo cuenta con más de cuatro mil páginas distribuidas en nueve volúmenes[12].
Desgraciadamente en términos de garantías de veracidad en la transmisión oral, Mahoma – a diferencia, por ejemplo, de Jesús o de sus apóstoles – no fue un rabino y no dominaba el sistema de enseñanza propio del rabinismo. La transmisión de sus enseñanzas se realizó bil-mana, es decir, centrándose únicamente en el sentido general[13].
De entrada, las tradiciones utilizadas por los primeros compiladores – Abu Mijnaf, Sayf b. Umar, Awana, Ibn Ishaq, Ibn al-Kalbi y otros – han sido calificadas por algún arabista como “simples pilas de tradiciones dispares que no reflejan ninguna personalidad, escuela, tiempo o lugar”[14]. A lo que añadió con convicción: “la diversidad es deprimentemente engañosa”[15].
Por añadidura, como ha señalado entre otros Patricia Crone, “los contornos originales de la tradición fueron difuminados más allá de toda esperanza de reconocimiento”[16]. De hecho, las tradiciones que nos han llegado tuvieron como canal al ulema, una institución religiosa que no apareció hasta mediados del califato de los omeyas. De esa manera, como ya vio con claridad a finales del s. XIX Goldziher[17], las tradiciones nacieron no tanto de la realidad histórica como del enfrentamiento entre distintas visiones teológicas. Se trataba de una interpretación acertada en la que profundizarían Lammens[18], Becker[19]y, más recientemente, Wansbrough[20] ya que las tradiciones se vieron directamente afectadas y fueron fruto del choque teológico entre diversos pretendientes – fundamentalmente, califas y ulemas - a la autoridad espiritual en el seno del islam[21]. No resulta por ello extraño que Ibn Hisham señalara que omitió de su recensión de la Sira de Ibn Ishaq aquello que pensó que pudiera ser repugnante u ofensivo[22]. No podemos dudar de que el historiador habría preferido que el autor musulmán no se dejara llevar tanto por el buen gusto y más por el deseo de consignar todos los datos posibles.
Finalmente, la recopilación última de las tradiciones se formó entre ciento cincuenta y doscientos años después de la muerte de Mahoma. Así, como ha indicado una rigurosa especialista, “la tradición religiosa del Islam es un monumento a la destrucción más que a la preservación del pasado”[23]. A decir verdad, si el historiador acaba aceptando no pocos de los datos proporcionados por la tradición islámica se debe no tanto a que resulten convincentes sino a que no hay alternativa para reconstruir lo sucedido[24].
Como tendremos ocasión de ver, los jadiz mezclan tradiciones de signo maravilloso y difícilmente verosímil con otras que, por el contrario, emanan una clara nota de autenticidad. En los siguientes capítulos, podremos comprobar cómo, en realidad, constituyen nuestra fuente fundamental para elaborar una vida de Mahoma e incluso de entrelazar ésta con porciones concretas del Corán.
CONTINUARÁ
Sobre el tema, véase: J. Burton, An Introduction to the Hadith, Edimburgo, 1994; G. H. A. Juynboll (ed), Muslim Traditions. Studies in Chronology, Provenance and Authorship of Early Hadith, Cambridge, 1983 .
[12] Sahîh Al-Bukhâri, Ryad, 1997, 9 volúmenes.
[13] En el mismo sentido, P. Crone, Slaves…, p. 5.
[14] P. Crone, Slaves…, p. 10.
[15] P. Crone, Slaves…, p. 11.
[16] P. Crone, Slaves…, p. 5.
[17] I. Goldziher, Muhammenadische Studien, Halle, 1889-1890, vol. 2.
[18] H. Lammens, Fatima et les filles de Mahomet, Roma, 1912.
[19] C. H. Becker, “Grundsätzliches zur Leben-Muhammed-Forschung” en Islamstudien, Leipzig, 1924-32, vol. 1.
[20] J. Wansbrough, The Sectarian Milieu. Content and Composition of Islamic Salvation History, Amherst, 2006.
[21] En el mismo sentido, P. Crone, Slaves…, p. 6.
[22] A. Guillaume, The Life of Muhammad, Oxford, 1955, p. 691.
[23] P. Crone, Slaves…, p. 7.
[24] En el mismo sentido, P. Crone, Slaves…, p. 12.