Aún más revelador – y sorprendente – es que las excavaciones llevadas a cabo en la zona del Hijaz en Arabia no hayan encontrado restos paganos para los siglos VI o VII ni tampoco santuarios paganos como los descritos en las fuentes islámicas. De manera aún más reveladora, no hay huellas de presencia judía en Medina, Jaybar o Wadi al-Qurra. Todo esto contrasta con la abundancia de restos paganos, por ejemplo, en el Néguev central. En otras palabras, no tenemos prueba arqueológica de lo que lo relatado por las fuentes islámicas sea cierto y sí, por ejemplo, existen indicios considerables de lo contrario.
Aún más llamativo es el hecho de que las primeras monedas árabes no contengan hasta, por lo menos, el año septuagésimo de la Héjira, ninguna referencia a Mahoma ni tampoco fraseología propiamente islámica. De hecho, términos como bism Allah, bism Allah rabbi/al Malik; rabbi Allah son todos de naturaleza monoteísta y compartidos por gentes de diversas religiones.
Por lo que se refiere a la epigrafía, resulta especialmente revelador que no exista una sola inscripción hallada en el Hijaz y escrita en árabe clásico antes del reinado del califa Muawiya. La fecha más antigua al respecto gira en torno al año 660 d. de C. y procede del área de Taif. Por añadidura, las inscripciones árabes del Hijaz se valieron no del alfabeto árabe sino de uno siríaco.
En su conjunto, pues, todas estas fuentes no sólo no nos ayudan a reconstruir la vida de Mahoma sino que incluso obligan a poner en tela de juicio buena parte de la reconstrucción de la Historia de los inicios del Islam que hemos aceptado durante siglos.
CONTINUARÁ
[4] Véase Ibn Warraq, The Quest…, pp. 433 ss.
[5] J. Koren y Y. D. Nevo, “Methodological Approaches to Islamic Studies” en Der Islam 68, 1991, pp. 87-107.