No fue ésa la única operación de represalia ordenada por Mahoma en esa época. Más terrible fue la que tuvo como objetivo a los Banu Urayna. Algunos de los miembros de esta tribu habían venido a Yatrib para abrazar el Islam. Estando en la ciudad, enfermaron de fiebres y Mahoma los envió a Du-l-Shadr donde había un rebaño de camellos recetándoles que bebieran la leche y la orina de los animales para curarse. El método médico puede resultar chocante, pero, como ya tuvimos ocasión de ver, está frecuentemente atestiguado en las fuentes islámicas que Mahoma creía en el poder curativo de la orina de camello y que sus seguidores la bebían con regularidad con finalidades terapéuticas. Los Banu Urayna efectivamente se curaron y entonces decidieron robar quince camellos tras dar muerte al pastor que los guardaba. La respuesta de Mahoma fue enérgica. Envió en persecución de los asesinos a un grupo de guerreros que los capturó y los condujo a Yatrib. Mahoma ordenó que les cortaran las manos – el castigo habitual para los ladrones – y los pies y les vaciaran los ojos. A continuación dispuso que se les diera muerte empalándolos. Se trataba de medidas muy rigurosas, pero, pocos días más tarde, Mahoma anunció una nueva revelación que legitimaba aquellos actos:
35.[1] Retribución de los que hacen la guerra a Al.lah y a Su mensajero y se dan a corromper en la tierra: serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies contrarios, o desterrados del país. Sufrirán humillación en esta vida y terrible castigo en la otra.
- Quedan exceptuados quienes se vuelvan atrás antes de caer en vuestras manos. Sabed, en efecto, que Al.lah es perdonador, misericordioso.
(5: 37/39-38/40)
Ciertamente, a esas alturas era imposible negar que Mahoma se había convertido en un caudillo de fuerza extraordinaria, quizá podría decirse incluso que sin precedentes, en la Historia de los árabes. Los que, de una u otra manera, no se habían aliado con él sometiéndose a su predicación, se habían visto obligados a marchar al exilio o eran más que conscientes de que enfrentarse con sus proyectos implicaba dar un paso que podía tener terribles consecuencias. En cuanto a sus primeros y mayores enemigos, los coraishíes, habían fracasado una y otra vez en los intentos de neutralizarlo y se hallaban punto menos que cercados en la Meca. A decir verdad, ése era el único reducto que aún no se había sometido y Mahoma decidió volver los ojos hacia aquella ciudad de la que había huido pocos años antes.
CONTINUARÁ
[1] Según la numeración de la edición del rey Fahd.