Inicialmente, Mahoma se nos presenta como un individuo dubitativo - que coincide, en términos generales, con los datos que hemos observado en las tradiciones posteriores - y abrumado por la misión que cree que le ha sido encomendada. Tras esas suras, hallamos un anuncio muy claro, el de un Juicio de Al.lah que va a producirse en breve y que nadie podrá eludir:
- Alguien ha pedido un castigo inmediato
- para los incrédulos y nadie lo impedirá,
- que venga de Al.lah, Señor de las gradas.
- Los ángeles y el espíritu ascienden hasta Él en un día que equivale a cincuenta mil años.
- ¡Ten, pues, paciencia ejemplar!
- Piensan que está lejos,
- pero Nosotros vemos que está cerca.
- El día que el cielo parezca metal fundido,
- y las montañas, lana teñida,
- y nadie preguntará por su amigo íntimo.
- Les será dado verles. El pecador querrá librarse del castigo de ese día ofreciendo como rescate a sus hijos varones,
- a su compañera, a su hermano,
- al clan que lo cobijó,
- a todos los de la tierra con tal de salvarse.
- ¡No! Será una hoguera,
- que arrancará el cuero cabelludo
- y reclamará a quien retrocedió y volvió la espalda,
- a quien amasó y atesoró.
(70: 1-18)
- Cuando sea sacudida la tierra por su temblor,
- y expulse la tierra su carga
- y el hombre se pregunte: «¿Qué es lo que le pasa?»,
- Ese día contará lo que sabe,
- según lo que tu Señor le inspire.
- Ese día los hombres saldrán en grupos,
6/7. para que se les muestren sus obras.
7/8. Quien haya hecho el peso de un átomo de bien, lo verá.
8/9. Y quien haya hecho el peso de un átomo de mal, lo verá.
(99: 1-8)
El anuncio de un juicio inmediato tiene como consecuencia directa el que los que escuchan tuvieran que responder ante la predicación de Mahoma ya que de su rechazo derivaría un castigo terrible y de su aceptación, un extraordinario premio. A esta época pertenecen descripciones que indican que Mahoma aún seguía creyendo – nunca dejaría de hacerlo – en personajes mitológicos como los genios (72). Pero junto a esos elementos, también contemplamos la referencia a algunos deberes éticos como el de dar limosna a los necesitados:
- A quien de y tema,
- y crea en lo más Hermoso,
- le facilitaremos.
- En cambio, a quien sea avaro, crea bastarse a sí mismo
- y niegue lo más Hermoso,
- le dificultaremos,
- y de nada le servirá su hacienda cuando perezca.
- Sí, es de incumbencia Nuestra la Dirección.
- Sí, es cosa Nuestra la otra vida y ésta.
- Os he prevenido contra un fuego llameante,
- en el cual sólo arderá el miserable,
- que niega y se desvía,
- el cual evitará quien teme,
- que da su hacienda para purificarse,
- que, cuando hace un favor, no lo hace para ser retribuido,
- sino tan sólo buscando la faz de su altísimo Señor.
- ¡Sí, ése quedará satisfecho!
(92: 5-21)
Otro de los deberes era el de la oración. Por supuesto, ésta no tenía períodos determinados – serían éstos establecidos muy tardíamente[3] - pero es muy posible que ya hubiera adoptado la fórmula contenida en la primera sura del Corán:
- ¡En el nombre de Al.lah, el Clemente, el Misericordioso!
- Alabado sea Al.lah, Señor de los mundos,
- el Clemente, el Misericordioso,
- Dueño del día del Juicio,
- A Ti solo adoramos y a Ti solo imploramos ayuda.
- Dirígenos por la vía recta,
- la vía de los que Tú has agraciado, no de los que han incurrido en la ira, ni de los extraviados.
(1: 1-7)
En esa época, Mahoma es un predicador del monoteísmo aunque un episodio como el de las aleyas satánicas – o la referencia a los genios - lleva a pensar que éste no era absoluto y que pudo dudar sobre la posibilidad de admitir la mediación de otros seres. De esa relativización, saldría en esa época, apelando precisamente a los genios:
- Di: «Se me ha revelado que un grupo de genios estaba escuchando y decía: 'Hemos oído una Recitación maravillosa,
- que conduce a la vía recta. Hemos creído en ella y no asociaremos nadie a nuestro Señor'.
- Y: 'Nuestro Señor -¡exaltada sea Su grandeza!- no ha tomado compañera ni hijo'
- Y: 'Nuestro loco[4] decía contra Al.lah una solemne mentira'.
(72: 1-4)
La aleya 3 constituye una referencia obvia a María – mal interpretada como una compañera de Dios puesto que se decía que era la madre de su hijo – y a Jesús. No deberíamos, sin embargo, llegar a la conclusión de que Mahoma ya predicaba el mensaje sobre Jesús que más tarde quedaría integrado en la enseñanza del Islam. En una sura que se considera más tardía, la 19, encontramos una clara referencia a Jesús que murió y resucitó, extremos negados posteriormente por el Islam:
29/30. Dijo él: «Soy el siervo de Al.ah. Él me ha dado el Libro y ha hecho de mí un profeta.
30/31. Me ha bendecido dondequiera que me encuentre y me ha ordenado la azalá y el azaque mientras viva,
31/32. y que sea bondadoso con mi madre. No me ha hecho ni violento ni desgraciado.
32/33. La paz fue sobre mí el día que nací, el día que moriré y el día que seré resucitado a la vida».
33/34. Tal es Jesús hijo de María, el Verbo de la Verdad, sobre el que dudan.
(19: 29/30-33/34)
El pasaje resulta bien revelador. Jesús anuncia su muerte y resurrección – como en los Evangelios – y es siervo y profeta de Al.lah que ha recibido el Libro. Semejante visión de Jesús no es la ortodoxa que encontramos en la Biblia, pero sí coincide con la de formas heterodoxas de cristianismo como el que, muy posiblemente, profesaban Jadiya y su primo Waraqa. En no escasa medida, Mahoma era el predicador de un dios único que no admitía mediadores; de un juicio final próximo y terrible; de una moral muy elemental centrada en deberes como la limosna y la oración y de una cristología heterodoxa en la que Jesús moría y resucitaba (¡todavía!) pero sólo era profeta, Verbo – una categoría que el Evangelio de Juan conecta específicamente con la Divinidad de Cristo (Juan 1: 1), pero que Mahoma no parece haber captado en toda su profundidad - y siervo.
Mahoma, en contra de lo que se ha afirmado tantas veces, no era un farsante. Basta contemplar sus angustias y sus zozobras para percatarse de ello. Era un hombre convencido – y respaldado por Waraqa y Jadiya – de que el día del Juicio estaba cerca, de que sería implacable y de que para librarse de él había que volverse al único dios y cumplir con deberes como la misericordia hacia los menesterosos y la oración sin mediadores. Hasta ese momento, sólo había encontrado un mar de oídos sordos con algunos reducidos islotes de fe situados entre sus familiares. Sin embargo, de ahora en adelante, se enfrentaría con una oposición creciente.
CONTINUARÁ
Sobre el tema, véase: Dorra-Haddad, “Coran, prédication nazaréenne” en Proche Orient Chrétien, XXIII, Jerusalén, 1973; J. Azzi, Le Prêtre et le Prophète, París, 2011.
[3] Véase Infra pp. .
[4] Posiblemente, una referencia a Iblis, el Diablo.