Podría decir que la razón de mi preferencia se debe a su hermosa historia. Fue escrito por John Newton, un negrero inglés que se convirtió escuchando a un predicador evangélico y no sólo abandonó su ocupación sino que dedicó el resto de su vida a acabar con esa lacra en Inglaterra. Gracias a gente como él, la trata, primero, y la esclavitud después desaparecieron de Inglaterra un siglo antes que en territorios españoles como Cuba. Lógico era porque incluso fray Bartolomé de las Casas, gran defensor de los indios, había recomendado que se llevara a América esclavos negros que soportarían la dureza del trabajo aprovechado por los conquistadores españoles. La historia sería un buen motivo, pero, a decir verdad, no es la causa de mi predilección.
Podría alegar también que mi gusto especial está relacionado con la música. Ciertamente, es extraordinaria, pero no es tampoco la causa de mi querencia. A decir verdad, si Amazing Grace es mi himno preferido es por la sencilla razón de que me identifico totalmente con la letra. No tengo la menor duda de que, antes de conocer realmente el Evangelio, yo era un infeliz que estaba perdido y ciego. Durante años, había pensado que conocía a Dios en el seno de la iglesia católica, primero, y en los Testigos de Jehová después. La realidad es que en ninguno de los dos lugares – increíblemente parecidos en su estructura espiritual y psicológica a pesar de las diferencias doctrinales – se predica el Evangelio que encontramos en la Biblia. Eso yo lo encontré – elemental, querido paseante – leyendo la Biblia y, de manera muy especial, la carta a los Romanos. Fue así como comprendí que estaba perdido como todos los que hemos pecado porque no hay justo ni aún uno (Romanos 3: 9-10) y que la ley de Dios no sólo no podía salvarme sino que me indicaba hasta qué punto era culpable (Romanos 3: 19). Sin embargo, también vi con claridad que, dada la imposibilidad de salvarme por mis medios, Dios había enviado a Su Hijo a morir en mi lugar y que ese sacrificio podía recibirlo a través de la fe ya que “todos están han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios siendo justificados, sin merecimiento, por su gracia mediante la fe en Jesús el mesías, a quien Dios ha colocado como sacrificio expiatorio, por medio de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, habiendo pasado por alto, en su paciencia, los pecados cometidos anteriormente, y para manifestación de su justicia en el tiempo actual; para que El sea justo y el que justifica a aquel que tiene fe en Jesús. ¿Dónde queda, por lo tanto, la jactancia? Queda excluida. ¿Por qué ley? ¿La de las obras? No, sino por la de la fe. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3: 23-28).
Yo pude ver en la Biblia, como millones antes que yo, que no era yo el que había salido de la oscuridad o de la perdición. Tampoco era yo digno de ello. Todo era gracia, todo era inmerecido, todo era un regalo que procedía de Dios y cuyo coste era la muerte del mesías en la cruz como sacrificio expiatorio por los pecados. A diferencia del paganismo, yo no pactaba con Dios. Era Dios el que había descendido hasta mi existencia y la había cambiado. Había estado ciego y perdido durante años, pero ahora había visto y había sido salvado al recibir por la fe el sacrificio de Cristo. Se trataba de una gracia tan indescriptible que sólo puede ser calificada como sublime. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando, meses después, al entrar por primera vez en una iglesia evangélica descubrí que se predicaba exactamente lo mismo que yo había encontrado en mi lectura de la Biblia!
Para mi, ninguna canción expresa como ésta lo que Dios ha hecho en mi vida. Es lo que también desearía que experimentaran todos los que se acercan a este muro, que también ellos se vieran libres de la ceguera y de la perdición que desprende la propaganda de los poderosos, la demagogia de la política o las tinieblas de la religión – la religión no salva – y que conocieran a Jesús y aceptaran mediante fe la salvación que Dios otorga al que se acerca a El reconociendo su pecado y su incapacidad para salvarse por sus méritos. No hay decisión más importante – ni más liberadora – en esta vida.
Como la canción me entusiasma, les he recogido cuatro en vez de las dos versiones habituales. La primera es de una joven cantante evangélica de siete años; la segunda es de Meghan Linsey, una de las mejores intérpretes del himno en los últimos años; la tercera es de Elvis Presley y la cuarta es en español y la canta Cindy Barrera. He añadido también – un día es un día – el enlace a la versión en español de la película Amazing Grace donde aparece la historia de John Newton y de la liberación de los esclavos en Inglaterra gracias a la acción de cristianos evangélicos. Deseo de corazón que las disfruten. Es mi regalo de cumpleaños para ustedes. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Esta es la hermosa versión de una cantante evangélica de siete años
Aquí va Meghan Linsey
También, gran intérprete de Gospel, Elvis Presley también cantó una versión de Amazing Grace
Hay también versiones en español como esta de Cindy Barrera
Y ésta es la película