El segundo día en Joplin, Missouri, está resultando no menos delicioso que el primero. Hoy no tuve que dar ninguna conferencia, pero estuve invitado en tres clases.
Hace unos días supe que el gobierno nacionalista ucraniano me había incluido en una lista negra. El documento tiene su aquel porque, junto a dos compañías aéreas rusas que no existen, incluía unos cuatrocientos nombres que, en su mayoría, correspondían a intelectuales, artistas y periodistas.
El día menos pensado me van a dar el premio al despistado mayor de la Unión. Ayer por la noche, en un modelo de avión en el que no había subido jamás – sólo tres filas de asientos en horizontal y la sensación de volar en el interior de un lápiz gigante – llegué a Joplin, Mo, para dar mis conferencias.
En mis dos últimos artículos he indicado algunas de las pésimas consecuencias que la secesión de Cataluña tendría como el desplome del comercio catalán, la salida de la eurozona, un reparto de la deuda que derivaría en bancarrota y la catástrofe para las balanzas fiscal, comercial y de ahorro e inversión.
Lo dejó escrito Pablo de Tarso en ese texto maravilloso conocido como la carta a los Romanos. Tengo un amor especial por esa epístola porque leyéndola en griego hace más de treinta años me convertí y decidí entregar por completo mi vida a Jesús.