Durante años, he sido, con profundo dolor de mi corazón, muy pesimista acerca de las posibilidades de que Venezuela recuperara su libertad y viera el final del chavismo. Las razones eran varias y, a mi juicio, poderosas. La primera era que nadie parecía captar la esencia del entramado jurídico del chavismo.
Fue F. D. Roosevelt el que acuñó el término de los cien días como período de tiempo para juzgar la labor presidencial. Trump ya los ha pasado y resulta obligado examinarlos. El diagnóstico es variopinto.
Era yo todavía muy joven y ejercía aún la abogacía - hará un cuarto de siglo – cuando uno de los hermanos Ybarra me contó una historia peculiar. Durante la guerra civil, uno de sus compañeros de la aviación solía regresar en camino a la base leyendo un libro en árabe. Sorprendido por aquella persistente afición, Ybarra acabó preguntándole de qué obra se trataba.
Desde hace décadas, la opinión pública internacional está sometida a una auténtica catarata de mentiras y ocultaciones sobre Oriente Medio. Ni que decir tiene que esas falsedades tienen como finalidad justificar lo injustificable y enarbolar una bandera de defensa de la democracia que no se corresponde con la realidad. Uno de los casos más obvios – y escandalosos – es el de Arabia Saudí.
Me cuentan que esta semana, Junqueras, miembro destacado del gobierno de Cataluña y factótum de la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se va a pasar por estas tierras. Se mire como se mire, se trata de una pésima noticia para los que amamos la libertad y los derechos humanos.
De lo desarrollado hasta ese momento por Pablo en la carta dirigida a los gálatas además se desprendía otra consecuencia no carente de relevancia. A los ojos de Dios el linaje de Abraham no son aquellos que tienen una relación física o genealógica con este patriarca sino los que han creído en el mesías, su descendencia. En otras palabras, la condición de judío no es física, nacional o racial sino espiritual :
A lo largo de nuestra existencia no son pocas las veces en que el ser humano no sabe adónde ir. Su vida de familia, su matrimonio, su trabajo y, especialmente, su existencia como un ser humano pleno penden de un hilo y lo peor no eso. Lo auténticamente trágico es que no se percibe en el horizonte a quien dirigirse.