Existen enormes diferencias entre la actitud del verdadero profeta de Dios y de aquellos que suelen proclamarse profetas de Dios. Mientras que los falsos profetas gustan de lanzar vaticinios de futuro que nunca se cumplen – una mujer va a ser elegida presidenta del Ecuador, la acumulación de lunas rojas es señal de que Cristo va a volver en septiembre de 2015, etc – y que dejan de manifiesto su naturaleza real a los que conserven un poco de sentido común, el profeta verdadero no pregona su condición – aunque está acaba siendo percibida por muchos de los que están alrededor de él o lo escuchan con atención – e incluso en ocasiones es reticente a desempeñarla.
Si ayer me refería al vértigo que da moverse por ciertos ambientes en Washington, hoy tengo que mencionar la no menor impresión que produce ese universo que por aquí denominan Charities y que etiqueta a no pocas entidades dedicadas a hacer bien al prójimo. La diferencia cultura con España es abismal y debo decir con no poco dolor que no precisamente a favor de mi país de origen. Juzguen ustedes por si mismos.
El triunfo indiscutible en las recientes elecciones catalanas – de casi nada a segunda fuerza – y el espectáculo de un Podemos que se desinfla por días sumados al estancamiento de los dos principales partidos parecen confirmar la tesis de que Ciudadanos será el árbitro para la formación de gobierno tras las próximas elecciones. La cuestión, obviamente, es hacia donde inclinará el partido naranja en esa tesitura.
Esta semana, la previa a que La Voz regrese al completo, estoy en Washington. Dios mediante me quedaré toda la semana recogiendo material para un futuro libro que, previsiblemente, no se publicará en una España demasiado atenta a no molestar a los nacionalistas catalanes con aquellos que no se han inclinado dócilmente ante ellos.
En España existe la costumbre, no siempre inocente, de identificar al partido demócrata norteamericano con la izquierda y al republicano con la derecha. Semejante visión no se corresponde con la realidad. El partido republicano es un partido de derechas, pero también lo es el demócrata. Cualquiera que se haya molestado en ver el debate para la nominación del candidato demócrata lo ha podido comprobar con creces.
A lo largo de este siglo, hemos ido asistiendo a una nueva técnica del golpe de estado que ha dejado obsoleto todo lo que al respecto escribió Curzio Malaparte. Primero, en las denominadas revoluciones de colores en el este de Europa y luego, en las primaveras árabes, la metodología ha resultado siempre nítida y fácil de identificar.