LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LAS FUENTES ESCRITAS (XII): FUENTES CRISTIANAS (X): Fuentes patrísticas (II): Eusebio de Cesarea
Contaba yo en mi último post las impresiones que me estaba produciendo el ver la serie televisiva sobre El Caso. Recuerdo a la perfección el primer número de El Caso que leí. Mi abuela lo compraba – incluso entonces era muy popular la frase “vamos a acabar saliendo en El Caso” como señal de algo truculento – pero yo no me sentía muy atraído por aquellos relatos.
Aquí, en este exilio transatlántico, se agradece echarle el ojo a algo relacionado con España. No me refiero, como ya supondrán ustedes, a la política que me parece absolutamente agónica y sin solución ni tampoco a los programas de vísceras. Me interesan más otras cuestiones relacionadas, de una u otra manera, con la cultura.
Para las personas de más de cincuenta años que han vivido en España, es relativamente fácil recordar una época en que ser cristiano era garantía de seguridad. Bueno, habría que decir más bien ser católico porque ser protestante o pertenecer a los testigos de Jehová o ser judío no resultaba ni fácil ni barato.
Hace años, un comunista español, cansado de que la Unión soviética, según él lo veía, se estuviera haciendo de derechas, decidió marcharse a la China de Mao.
LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LAS FUENTES ESCRITAS (XI): FUENTES CRISTIANAS (IX): Fuentes patrísticas (I): la Didajé[1]
Todos sabemos que, a lo largo de nuestra vida, se presentan momentos de dificultad. En ocasiones, esa dificultad puede llegar incluso a lo dramático. En momentos así, las respuestas son diversas. Hay quien decide apoyarse en otros seres humanos y en instituciones.
El cine israelí no suele llegar a nuestras pantallas, pero, ocasionalmente, algunas películas lo consiguen y suele merecer la pena verlas. Es el caso de la que quiero comentar hoy. Para muchos, Israel es una nación occidental - ¿acaso no concursa en Eurovisión? – y tendría que ser como una especie de Alemania o Francia con jasidim y palestinos.