No logro recordar cuando comenzó a fascinarme la figura de Abraham Lincoln, pero, con seguridad, fue en la infancia. Había yo leído que Buffalo Bill, uno de mis primeros héroes infantiles, había combatido contra la esclavitud e imagino que esa circunstancia debió conmoverme mucho porque siempre he odiado con todo mi corazón la peculiar institución.
Desde la época de la Revolución francesa en que los “enragés” - curiosamente, un término que podría traducirse por indignados – decidieron violentar las decisiones del legislativo para conducir el proceso político hacia una dictadura, la izquierda se ha creído que la calle es suya.
En la última entrega, tuve que realizar una breve introducción a la literatura rabínica. En ésta, me voy a referir a las referencias directas al judeo-cristianismo y a Jesús que hallamos en ella.
Lo conocí cuando era tan sólo un niño. La madre se había quedado embarazada siendo soltera y se casó con el novio de penalti. Se fueron a vivir a casa de la madre de él – que, seguramente, era una buena persona, pero miraba a la joven como causa de la desgracia de su único hijo – y en las discusiones que fueron surgiendo no sólo abundaron las explosiones de ira sino que ella se llevó más de un golpe. Y en ese ambiente, nació JL.
He tenido ocasión de ver el supuesto documental sobre el 23-F realizado por Jordi Évole y creído, al parecer, por millones de españoles incluidos políticos que son y que aspiran a ser. Dado que todos picaron como memos e incluso pusieron Twitter al rojo vivo lanzando majaderías, al día siguiente había que buscar una excusa a tanta estupidez y se decidió ensalzar al papá de la criatura comparándolo con Orson Welles.
Comencé a cursar la carrera de Historia cuando llevaba casi una década de ejercicio de la abogacía. Creo que di ese paso por tres razones. La primera que, como saben los que han leído mis memorias, mi vocación estuvo siempre ligada a la Historia y la literatura y si estudié derecho fue más que nada por no chocar con mi padre que no es que estuviera entusiasmado con esa profesión – en realidad, quería que fuera programador de ordenadores y trabajara en un banco - sino que era rotundamente opuesto a que me muriera de hambre con la Historia.
¿Hay salida? (V): trabajar no es pecado
En 1752, vivía en Köthen, en el centro de Alemania, una joven alemana Katharina Amalia Dorothea von Schlegel. El lugar era ya famoso porque en él había escrito Bach sus célebres conciertos de Brandeburgo y había sido su director musical de 1717 a 1723. La muchacha tenía mucho menos talento que Bach, como puede suponerse, pero era autora de una veintena de canciones de carácter espiritual.