De manera bien significativa, una buena parte de las actividades en que estuve involucrado en Perú en relación con la Reforma se relacionaron con jóvenes. Debo confesar que la impresión que me causaron fue inmensa.
Este año se ha celebrado el Quinto centenario de la Reforma. La importancia del evento es tal que incluso el papa se ha sumado. Naturalmente, el gesto de Bergoglio ha sacado de quicio al sector más fanático de los católicos, pero es que ese sector se empeña en cerrar los ojos a lo que Erasmo de Rotterdam le dijo en su día al emperador Carlos V, que Lutero tenía razón aunque había cometido dos errores: atacar la tiara de los prelados y la panza de los frailes.
EL SEGUNDO VIAJE MISIONERO (XXIII): la carta a los Romanos, el Evangelio según Pablo (IV): el destino de Israel
Hay ocasiones en las que nada ni nadie parece poder alterar de manera positiva nuestra vida. Estamos hundidos, postrados, abrumados y ante nosotros no aparece el menor indicio de que la situación será remontada.
Esta semana ha sido la semana del Quinto centenario de la Reforma. Por razones que explicaré, a pesar de contar con distintas invitaciones para dar conferencias en diferentes países del continente americano – incluido los Estados Unidos – opté por pasar esos días tan significados en mi amado Perú.
Al exilio me llega la noticia de que el futbolista del Real Madrid Cristiano Ronaldo ha decidido resistir a la amenaza de procesarlo como autor de cuatro delitos fiscales si no entrega millones a las arcas de Hacienda. El escrito depositado por su defensa en el juzgado es de una dureza considerable, pero de una solidez berroqueña.
Estoy prácticamente seguro de que mi primer encuentro con David Copperfield de Charles Dickens tuvo lugar cuando no había cumplido todavía los diez años. Fue en la pantalla en blanco y negro de la única televisión que había en España.
Los centenarios rara vez nos comunican algo más que el paso del tiempo sobre una fecha que fue relevante. Existen, por supuesto, excepciones.
EL SEGUNDO VIAJE MISIONERO (XXII): la carta a los Romanos, el Evangelio según Pablo (III): la nueva vida