Mateo es un evangelio destinado de manera muy específica a los judíos, pero no es, en absoluto, nacionalista o, como diríamos hoy, sionista. El capítulo 2 es una buena prueba de ello. Ante el nacimiento de Jesús observamos dos reacciones, una es la de los magos y otra la de Herodes, el rey de Israel.
En 4440 Braeburn Road, en San Diego, se encuentra un curioso edificio llamado Beth Sarim, es decir, en hebreo, la casa de los príncipes. Su historia es peculiar. El segundo presidente de los testigos de Jehová, Joseph Rutherford, llegó a la conclusión de que los inviernos en Brooklyn eran demasiado crudos y, por el contrario, el clima de California resultaba benigno.
Decía Gandhi que comprendía perfectamente que el imperio británico lo arrojara a prisión por enfrentarse de manera no-violenta a su dominio sobre la India. Consideraba, naturalmente, que las acciones que emprendía eran morales, pero, a la vez, reconocía el derecho de su oponente a utilizar medidas legales contra él.
A escasa distancia de San Diego, en medio del Orange County, hay un aeropuerto de nombre bien peculiar porque está dedicado al actor John Wayne.
Tras la consignación de la genealogía de Jesús el mesías, Mateo se detiene en su nacimiento. Es enormemente importante ver lo que dicen los evangelios al respecto porque este tema ha sido muy oscurecido en el desarrollo posterior del cristianismo y lo ha sido además por influencias extra-cristianas.
Me levanto frente a la costa del Pacífico y en internet me topo con la noticia de la muerte de Germán Yanke. El pujo de pesar ha sido inevitable.
Para los que ya tenemos al menos cinco décadas a las espaldas, la antigua televisión española significó una serie de referentes culturales que – no vamos a mentir – hoy por hoy, resultan absolutamente inimaginables.