A pesar de que sobre la cabeza de Lutero pesaban las condenas de la iglesia católica y del emperador, la opinión pública había obligado a ambas instancias a aceptar un debate con el agustino.
II Samuel concluía con el final de la carrera de David, un personaje según el corazón de Dios, pero cuya vida no estuvo exenta de sombras relatadas puntualmente por el autor del libro. Algo similar cabe decir de I Reyes. De entre los hijos de David, fue Salomón el designado para heredarlo en el trono de Israel.
Si existe un nombre que encarnó como nadie el espíritu de la Contrarreforma es, sin duda, Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús.
El amigo José Antonio Arbizu comentaba hace unas semanas que no estaba nada entusiasmado con el formato electrónico de los libros agotados y reeditados de mi bibliografía y que preferiría que volvieran a aparecer en papel.
Uno de los políticos de más predicamento en los últimos tiempos ha afirmado recientemente que los que no son comunistas son mala gente. La afirmación merece ser examinada a la luz de la Historia universal.
El 19, el emperador convocó a los electores y a los príncipes para resolver cuál debía ser el destino de Lutero. En esta ocasión, Aleandro se encontró presente. Sin embargo, en contra de lo que hubiera deseado el nuncio, la discusión no zanjó el problema y, finalmente, se acordó solicitar un plazo para poder reflexionar mejor sobre el asunto. El emperador aceptó concederlo, pero antes se preocupó de dejar sentado cuál era su postura:
Todos sabemos que, a lo largo de nuestra vida, se presentan momentos de dificultad. En ocasiones, esa dificultad puede llegar incluso a lo dramático. En ocasiones así, las respuestas son diversas.
El primer libro de Samuel concluía con un episodio especialmente trágico. Israel había sido derrotado en el campo de batalla por los filisteos y Saúl y sus hijos yacían muertos. La vida de David se desarrollará ahora de manera diferente mostrando claroscuros muy acentuados.