En esta sección suelen abundar más los libros que las películas, quizá porque los libros buenos se me han ido arracimando a lo largo de más de medio siglo y porque ahora no son tan abundantes las películas que merecen la pena. Sin embargo, las hay más que recomendables y algunas de reciente factura.
Hace años, cuando ZP decidió en una aberración jurídica colosal legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, afirmé que una de las peores consecuencias de semejante adefesio era que, al quebrarse el matrimonio, monógamo y heterosexual, por este último lado no tardaríamos en llegar a la poligamia.
No pocas veces, el profeta sufre eso que algunos han denominado el síndrome de Casandra. Ve lo que va a suceder, lo anuncia, pero mucha gente – quizá todos o casi todos – no escuchan su anuncio.
El conversatorio sobre la Reforma al que me referí la semana pasada resultó sólo el inicio de un día en el que menudearon las intervenciones en radio y televisión para poder comunicar a la sociedad colombiana lo que significó tan trascendental momento histórico del que este año se cumplen cinco siglos.
No debía yo de tener más de una docena de años. De manera inesperada, en un cumpleaños, me encontré con la extraordinaria suma de doscientas pesetas, es decir, menos de euro y medio.
Hasta mi exilio ha llegado en estos días un libro más que notable. Su título es Memoria histórica de un pionero de TVE (1962-2002) y su autor Francisco Sanz Navarro es uno de los escenógrafos más sobresalientes que ha dado España.
Es conocida la clase de Robert Reich, posiblemente el mejor secretario de trabajo de la Historia norteamericana y profesor de la universidad de Berkeley, donde mostraba la manera en que se dividían los beneficios de un teléfono móvil estadounidense de conocidísima marca.