Su verdadero nombre era Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí, aunque fue más conocido como Al-Mansur bi-llah – el victorioso por Allah – y, entre los cristianos, como Almanzor. Aunque procedía de una familia árabe yemení que había llegado a España en la época de la primera invasión islámica, Almanzor distó mucho de haber nacido en un contexto relevante.
Mi amigo es persona habitualmente sosegada, pero hoy se le ve profundamente emocionado. No puedo evitar preguntarle por qué. “Tu sabes que tengo una página de Facebook”, comienza a decir. Asiento. “Pues verás… hace unos meses me llega un mensaje privado de una de las personas habituales”. “¿Y?”, pregunto. “Me comentó que estaba pasando una situación difícil, que deseaba que la aconsejara… total, por resumir, era una chica que estaba pensando en abortar…”.
Se cuenta que cuando el general Patton se enfrentó por primera vez con el Afrika Korps de Rommel exclamó satisfecho: “Son of bitch, I´ve read your book” (Hijo de perra, he leído tu libro). Aquella frase, no elegante, pero sí reveladora, venía a significar que nada de lo que pudieran llevar a cabo las tropas alemanas en el Norte de África le iba a sorprender porque conocía la estrategia de su adversario.
Posiblemente, Lutero no hubiera intervenido en la cuestión de no ser porqué hubo personas que se le acercaron a pedirle consejo pastoral sobre el tema o que le refirieron los supuestos beneficios espirituales derivados de la compra de indulgencias.
La manera en que la gente se expresa en medio de las situaciones dice mucho de lo que hay de verdad en el fondo de su corazón. Cuando veo que las palabras más hermosas son expresadas con una música quejumbrosa y un tono tétrico me digo que el que compuso la melodía no terminaba de creerse lo que estaba diciendo. Es todo lo contrario de lo que pasa con esta canción maravillosa.
Pocos monarcas habrá dado España de mayor relevancia que Abderramán III y todavía menos que empezando desde más abajo alcanzaran cúspides más elevadas.
Una de mis pasiones desde la infancia – en realidad, nunca he dejado de ser del todo un niño de suburbio – es el cine antiguo. Aquellos cines de programa doble y sesión continua fueron parte esencial de mis primeros años vividos entre el Puente de Vallecas y la avenida de San Diego hasta tal punto que me pregunto si no contribuyeron más a mi formación con las películas que proyectaban que muchas horas de colegio. He vuelto a reflexionar en todo esto, mientras veía, tras décadas, una de aquellas cintas emblemáticas de niñez.