Lo dejé escrito cuando aún formaba parte de la escudería COPE. Con los relevos que la dirección de la casa había anunciado para Federico Jiménez Losantos y para un servidor, la estrella de la presente temporada iba a ser Cristina López Schlichting. Así lo demuestra el EGM del 10 de enero de 2009, primero desde nuestra salida de la citada cadena de radio. Cristina ha perdido algunos oyentes, pero, en sus cuatro horas de programa, se mantiene en su franja de audiencia, es decir, la que yo tenía, sobre poco más o menos, con los cincuenta minutos de Camino del Sur. Con todo, a pesar de haber acertado en ese pronóstico, se me pasó entonces a mi un detalle porque también es verdad que nunca se me hubiera ocurrido y es que La Linterna se desplomara de tal manera que El tirachinas de Abellán se convirtiera en el segundo programa de COPE. Pues así, ha sido. A decir verdad, Abellán ha experimentado como Cristina un ligero descenso en su audiencia, pero, con todo, ha rebasado a La Linterna de Colmenarejo. Aquí el desplome ha sido colosal. Casi el cincuenta por ciento de la audiencia ha huido de la nueva Linterna y de esos cerca de trescientos mil oyentes sólo ha enganchado Alsina de Onda Cero catorce mil. Es de creer que los demás o se han pasado a la SER en masa… o simplemente han seguido oyendo al que dirigió el programa durante cinco temporadas seguidas en COPE.
Cuenta la Historia que el 21 de abril de 1790, la Asamblea nacional francesa decidió violar la legalidad y aprobó una norma conocida como la Constitución civil del clero. Aquella ley debía haber provocado una reacción masiva en contra que hubiera ido desde el rey Luis XVI hasta el último de los obispos y católicos. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. De hecho, el obispo de Viviers, Lafont de Savine, se manifestó en público apoyando aquella norma indigna que chocaba con el ordenamiento jurídico francés. Al actuar de esa manera, Lafont de Savine traicionaba a sus ovejas, traicionaba a su rey y traicionaba a su nación, pero esperaba quedar bien con los diputados que habían aceptado tan inicua norma. De manera nada sorprendente, el mismo rey la firmó unas semanas después. No podían saberlo, pero aquella violación de la legalidad fue sólo el prólogo del final de la monarquía y del inicio de la persecución religiosa. A todo ello había contribuido con su comportamiento indigno el obispo de Viviers, Lafont de Sabine.
Cuenta la Historia que en 1933 se constituyó en Alemania la denominada División de la prensa alemana. La misión de esta organización era supervisar la prensa alemana y además proporcionarle las directrices necesarias para que pudiera convertirse en un instrumento eficaz en las manos del gobierno alemán. La División de prensa funcionó a la perfección de tal manera que la totalidad de los periódicos alemanes ocultaron las mismas noticias, difundieron las mismas consignas y se unieron en la misma misión de impulsar el nacionalismo. Trece años después, el responsable de la División de la prensa alemana, Hans Fritzsche, fue juzgado en el proceso contra los grandes criminales de guerra de Nüremberg. La acusación fundamental dirigida contra él era la de haber difundido las directrices por las que debía guiarse la prensa alemana.
He observado en los últimos tiempos que los sondeos realizados por diferentes medios y razones coinciden en las últimas semanas en señalar dos aspectos bien concretos: un escandaloso desplome de la audiencia de la cadena COPE y un no menos escandaloso éxito de Es.Radio. Cómo andará la cosa que la semana pasada apareció Alfonso Coronel de Palma, presidente de COPE, en Mundo cristiano para advertir de que los próximos EGMs no serían favorables a su cadena y recordar a todos - ¡como si se pudiera olvidar! – que Federico Jiménez Losantos es un gran profesional de la radio. Colocándose la venda antes de la herida, Coronel indicaba que si los EGMs próximos no eran buenos para la COPE era porque las audiencias tardaban en adaptarse a los cambios.
Comentaba en mi anterior artículo que Ágora, la última película de Alejandro Amenábar, me parecía un panfleto malogrado. No sólo eso, debo añadir. Históricamente hablando el relato constituye una penosa suma de dislates. No voy a entrar demasiado en detalles para especialistas, pero la película – de no ser tan mortalmente aburrida – provocaría una sucesión ininterrumpida de sobresaltos por sus inexactitudes.
Tengo por costumbre no opinar sobre algo que no he examinado de manera personal y rigurosa y una película como Ágora no iba a ser una excepción y más teniendo en cuenta el tono caldeado que, a favor y en contra, han adoptado defensores y detractores. El sábado pasado tuvo oportunidad de verla y si hablo ahora, lo hago con conocimiento de causa. Cuestión aparte es que para resumir las conclusiones a las que llegué necesite más de un artículo. Comienzo señalando que Ágora es un panfleto malogrado.
Cuenta la Historia que en cierta ocasión, Jerjes, el gran rey, el rey de Persia, el soberano más importante de la época, concibió la idea de invadir Grecia sometiéndola a su dominio absoluto. Tendió así un puente de barcas sobre el estrecho que separa Asia de Europa y se dispuso a invadir este último continente. A pesar de lo real de la amenaza, la mayoría de los griegos no reaccionaron queriendo convencerse de que no existía ningún peligro para sus vidas ni sus haciendas. Tan sólo un pequeño contingente de trescientos espartanos a las órdenes de Leónidas se situó en el desfiladero de las Termópilas para detener al inmenso ejército enemigo. Las fuerzas de Leónidas no contaban con la seguridad de vencer a unas tropas muy superiores en número y armamento, pero sabían que su resistencia serviría sobre todo para que los griegos despertaran de su sueño autocomplaciente y se aprestaran a la defensa. Y, efectivamente, así fue. Gracias a aquella resistencia denodada, la de un minúsculo grupo de trescientos espartanos, los griegos se percataron de la amenaza que se cernía contra su vida y su libertad y decidieron enfrentarse a las fuerzas de Jerjes a las que, al fin y a la postre, derrotaron.
Corría el año 1865, y más concretamente el 4 de marzo, cuando Abraham Lincoln fue investido presidente de los Estados Unidos por segunda vez. Aquel día, el cielo estaba nublado y el breve cortejo tuvo que transitar por una avenida cubierta de barro para llevar a cabo la ceremonia. Con todo, lo peor no era el clima ni la situación de las calles sino que la nación se hallaba sumida en una terrible guerra civil que había durado cuatro años y en la que habían perecido centenares de miles de personas. En su discurso, Lincoln recapituló aquella tragedia, hizo referencia a sus causas morales y no dejó de citar la manera en que había que contemplar la mano de Dios incluso en las desgracias que acontecen a lo largo de la Historia. Sin embargo, Lincoln no era fatalista y acabó concluyendo su discurso con las siguientes palabras: “Con malicia hacia nadie, con caridad hacia todos, con firmeza en lo justo, según Dios nos conceda ver lo justo, prosigamos hasta concluir la labor en la que nos hallamos; para vendar las heridas de la nación; para cuidar de aquel que haya sufrido, y también a su viuda y a su huérfano, para hacer todo lo que pueda concluir y consumar una paz justa y perdurable entre nosotros mismos y con todas las naciones”. Cuando Lincoln terminó su discurso, pronunció el juramento, besó la Biblia, se inclinó y, finalmente, abandonó la plataforma. Con aquellas palabras, Lincoln había indicado su firme resolución de seguir luchando por la libertad y por la unidad nacional, pero, al mismo tiempo, había indicado su voluntad de cerrar heridas y de actuar con caridad hacia todos y siguiendo lo que Dios le mostrara.
Pasan las semanas y la actual dirección de COPE continua sin dar a conocer su parrilla para la próxima temporada. Naturalmente, en una situación así los rumores arrecian y los confidenciales – que no aciertan una ni por casualidad – siguen especulando. No sólo eso. En muchos casos, la información que dan es abiertamente falsa. Por ejemplo, han señalado que había una serie de profesionales que vendrían a hacerse cargo de La Linterna y la semana pasada sin ir más lejos yo coincidí con dos de ellos en una comida y me dijeron que habían rechazado de plano tal posibilidad cuando se la ofrecieron. Como bien puede imaginarse, no voy a dar más detalles sobre el tema porque no estaría bien ofender la discreción con que me contaron todo y, sobre todo, dejar mal a algunos de los confidenciales.