La anegación de la vida social por la política tiene, entre otras consecuencias pésimas, el deterioro del lenguaje. Ya una ministra de sobrecogedora memoria por lo que gastó de dinero público para lo que pudiera hacer de bueno, se descolgó un día hablando tan orgullosa de las “miembras”.
El problema de algunas noticias es que provocan un impacto que causa aturdimiento durante unas horas mientras se lanzan las opiniones más atrabiliarias en las tertulias. Los análisis son superficiales, los intereses políticos y económicos velan la realidad y no hay conclusiones sensatas. Algo así ha sucedido con los incidentes de Colonia durante la Nochevieja.
En la película El cardenal, basada en la novela del mismo nombre, se recoge una curiosa secuencia en la que un judío enamorado de una muchacha católica, norteamericana y de origen irlandés, pregunta al sacerdote hermano de su amada por la nacionalidad de Dios. A fin de cuentas, a lo largo de la Historia, resulta innegable la manera en que unas naciones y otras han pretendido contar con la ayuda directa de Dios…
La posibilidad de que sea reeditada Mein Kampf (Mi lucha) de Adof Hitler ha provocado una riada de opiniones. No faltan, desde luego, los que se oponen radicalmente. Personalmente, soy partidario de su publicación y de su lectura. Permítanme explicarme.
En una de las novelas de Fernando Vizcaíno Casas – autor injustamente vilipendiado, quizá porque contó en clave de humor lo que casi nadie se ha atrevido a relatar en serio – se describía un curioso episodio. Las huelgas se iban extendiendo por todo el territorio nacional hasta que el propio gobierno se sumaba.
Hace mucho tiempo que llegué a la conclusión de que una de las maneras en que más cruel se puede mostrar la vida es permitiéndonos ver lo que ha sido de nuestros compañeros de infancia. Niños con los que compartimos pupitre, jugamos y soñamos no sólo han ganado grasa y han perdido pelo sino que han ido pasando por esta existencia recibiendo más que golpes auténticos hachazos. Creo que es el caso de mi pobre amigo Cristóbal.
No deseo yo agriar la alegría del año que empieza reflexionando sobre el panorama español, pero me negaría a mi mismo y renegaría de mi deber si no analizara con realismo y honradez la situación presente.