“¿García Márquez?”, me preguntó sorprendido el colombiano con el que hablaba en Bogotá allá por los años ochenta. “Sí…”, musité descolocado al ver el rostro de mi interlocutor. “Pero, amigo mío, si ustedes creen que García Márquez es un progresista, se equivocan. ¡Es un oligarca! ¡De los peores!”.