La semana pasada, tuvimos ocasión de contemplar la notable delicadeza de Rut y Booz en su primer encuentro. Esa característica de conducta personal aparece de manera especialmente acusada en el episodio en el que nos detendremos en esta entrega.
En San Antón teníamos un profesor de dibujo que se llamaba Rafael Calvín. No me voy a extender mucho en su recuerdo – era un maniático de cuidado con una especial capacidad para amargar la vida de los alumnos – pero sí he de señalar que el buen hombre sentía una especial pasión por pontificar sobre todo lo divino y lo humano. Por regla general y considerado desde la distancia debo decir que anudaba un disparate con otro, pero, aún así, en ocasiones, incluso acertaba.
Inicio esta semana una sección nueva. Estará dedicada a libros y películas que me parecen de interés y que me permito recomendar. No siempre serán títulos accesibles, pero en todos los casos se tratará de obras por las que merece la pena pasar la vista por una u otra razón. Ni que decir tiene que no están ustedes obligados ni a seguir mis recomendaciones ni a compartir mis opiniones. Esta web no es España y es libre. Que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Se van acabando los programas de Corría el año… que se salvaron de la incompetencia de un maloliente – literalmente – empleado de Libertad digital y hoy llegamos a La caída de Alemania.
Poca huella parece haber dejado aquella primera incursión de Bernabé y Saulo en la tierra natal del primero. Sea como fuere, ambos decidieron partir desde la isla a Asia Menor. Desembarcaron en Side, o, quizá, en Ataleia, la moderna Natalia y desde allí se dirigieron a Perge de Panfilia, una localidad situada unos diez kilómetros en el interior, en la ruta costera que llevaba desde Éfeso a Tarso.
Juntas, Noemí y Rut llegaron a Belén. Sin embargo, el regreso de la antaño emigrante fue triste. A diferencia de muchos otros que se ufanan – con razón o sin ella – al regresar a su país porque han hecho una fortuna, el testimonio de Noemí difícilmente hubiera podido ser más triste.
Este mes se han cumplido cincuenta años del fallecimiento de Azorín. Significativamente, salvo alguna excepción, está pasando casi desapercibido. No es eso lo que más me duele ni tampoco que no hayan aparecido numerosas ediciones conmemorativas de sus obras.
Está la vida que no deja uno de llevarse sobresaltos. Andaba yo repasando materiales de la Historia reciente cuando me he encontrado - ¡oh, horror de los horrores! – con una canción titulada Las chicas no tienen pilila de un grupo llamado Los inhumanos.