Ayer tarde, tuve que ir a Miami Beach. Como el trayecto era largo, el conductor y yo comenzamos a conversar. Al cabo de un par de minutos, me dijo que era un refugiado sirio. Había logrado llegar hasta Tel Aviv y desde allí había viajado a los Estados Unidos. Su visión de lo que estaba sucediendo en su país natal era pesimista.
Mira que se han gastado dinero que es de todos para hacer propaganda en el extranjero y que alguien se creyera sus mentiras históricas. La gente inteligente e informada no los cree.
La gente suele tener una idea bastante peculiar sobre lo que es un profeta. En términos generales, el profeta sería para la mayoría aquel que anuncia el futuro. Hay parte de verdad en esa apreciación, pero no constituye la realidad del profeta. ¿Qué es, en realidad, un profeta?
Hace apenas unos meses me encontraba en un programa de TV en Miami, Florida donde se debatía el papel del papa Francisco en la reanudación de relaciones entre Estados Unidos y la dictadura que asola Cuba desde hace más de medio siglo.
A medida que pasan los años desconfío más de las novedades y me aferro más a los clásicos. Hace apenas unos días pasaba por España tras más de dos años de exilio y tuve ocasión de comprobarlo yendo a una función de Alfonso Paso que se representa en el teatro Muñoz Seca de Madrid.
Hace unos meses publiqué esta columna en el diario La Razón. Puede comprenderse la razón de mi inclusión en la lista negra del gobierno ucraniano tras leerse con detenimiento. Lo dejo como se publicó entonces sin mover una sola letra.