Consigue ahora todos los libros de César Vidal en Amazon, pulsa aquí para comprar.
Sábado, 16 de Noviembre de 2024
César Vidal

César Vidal

Mahoma (I): Introducción

Viernes, 6 de Septiembre de 2019

La figura de Mahoma continúa siendo una gran desconocida en Occidente.  Durante siglos, Mahoma sólo fue contemplado como el origen de un impulso enemigo que había ocupado partes enteras de Europa – desde la Península Ibérica a los Balcanes pasando por Sicilia – al que se entendió y presentó como un archihereje o como el mismo Anticristo.  Los golpes asestados por los ejércitos musulmanes eran ciertos y dolorosos, pero la visión que se tenía de Mahoma y del Islam era también, en no escasa medida, deplorable y falsa.  Se tardó siglos en traducir el Corán a cualquier lengua occidental y también durante siglos, los autores occidentales pudieron decir que los musulmanes adoraban a un ídolo de Mahoma – doble disparate en una religión monoteísta y que además prohíbe el culto a las imágenes – y vincularon su vida y su enseñanza exclusivamente con menciones a los harenes y la guerra. 

A decir verdad hubo que esperar prácticamente hasta el s. XIX, para que los acercamientos historiográficos a la figura de Mahoma se acometieran partiendo de criterios científicos.  Se analizó entonces con notable rigor el conjunto de fuentes relacionadas con Mahoma y el islam; se las sometió a la crítica histórica y, finalmente, se proporcionaron aportes ciertamente notables al estudio científico.  En paralelo a los intentos de biografiar a Mahoma, se abordaron cuestiones como el origen del Corán, su desarrollo o su contenido.   Se trató de una línea de trabajo que, ya en el siglo XX, contó con aportes hispanos como los de Cansinos Assens o Vernet, ambos, de manera bien reveladora, traductores tanto del Corán como de las Mil y una noches.   Ciertamente, en ninguno de ambos casos, sus biografías se adentraron en los terrenos de la crítica historiográfica, pero sí dieron, al menos, buena cuenta del contenido de las fuentes islámicas e intentaron acercar al personaje a un público hispano tradicionalmente hostil y que todavía hace unos años relataba chistes de dudoso gusto sobre Mahoma.

De manera bien reveladora, mientras que los estudios sobre Mahoma y el Islam han continuado desarrollándose de manera extraordinaria en el curso de la última década, no es menos cierto que, en el caso de España e Hispanoamérica, la mayoría de las nuevas biografías publicadas está teñida por una coloración irenista o incluso proselitista.   Así, o han aparecido biografías que orillan prácticamente todos los aspectos espinosos de la vida de Mahoma (K. Armstrong) o lo presentan simplemente desde la perspectiva del Islam de una manera totalmente acrítica (M. Lings) cuando no abiertamente propagandística (Tariq Ramadan).  Incluso, hemos llegado a ver textos donde Mahoma aparece absorbido en la Nueva Era (D. Chopra).         

El irenismo y el proselitismo tienen, sin duda, su interés desde una perspectiva sociológica e incluso psicológica, pero ninguna de las dos actitudes es propia de una investigación histórica seria y rigurosa.  Ésa es, por el contrario, la finalidad de esta serie que tiene como meta acercar la figura de uno de los grandes fundadores de religiones a un público que, verdaderamente, quiera conocer quién y qué enseñó Mahoma.

Mahoma es un personaje relevante desde una perspectiva historiográfica independientemente de fenómenos contemporáneos como el terrorismo islámico, la revolución iraní o la “primavera árabe”.   Ciertamente, todos ellos pueden estar inspirados, en mayor o menor medida, por Mahoma y su enseñanza, pero éstas ya resultaban de notable importancia muchos siglos antes.  Sin duda, un fenómeno de más de mil millones de personas que creen en Mahoma como el sello de los profetas posee una enorme importancia por si mismo.  Sin duda, no es posible analizar con propiedad situaciones como la Hermandad musulmana o Hamás sin conocer la enseñanza de Mahoma.  Sin duda, no está de más intentar comprender lo que creen – y, sobre todo, sienten – las decenas de millones de musulmanes que se han asentado en los últimos años en el seno de la Unión Europea.  Sin embargo, la figura y la enseñanza de Mahoma disfrutan de una importancia que trasciende de esos hechos de la misma manera que Jesús es mucho más relevante que las Cruzadas, el arte gótico o el Vaticano II  y que Buda lo es más que el Dalai Lama, la dieta vegetariana seguida por algún actor de Hollywood que afirma encontrarse entre sus seguidores o alguna despistada película de Bertolucci. 

Esta serie seguirá una metodología propia de la ciencia histórica y no de la teología o de la filosofía.  Así, se procederá a analizar las fuentes para determinar lo que podemos saber de su vida y enseñanza; a someterlas a la crítica partiendo de los últimos estudios filológicos, arqueológicos e históricos sobre el tema – en su inmensa mayoría no traducidos al español y desconocidos por el público de habla hispana – y a articular unas conclusiones relativas al desarrollo vital del personaje y de su enseñanza.  Deducir en qué medida de esos desarrollos derivan fenómenos actuales es un proceso en el que ya no entra esta obra quedando al libre arbitrio del lector.  Precisamente por ello, si, gracias al resultado final, alguien consigue comprender de manera más cabal quién fue Mahoma y lo que enseñó, quien esto escribe se dará por más que satisfecho.

CONTINUARÁ

I.- Introducción

Jueves, 5 de Septiembre de 2019

La iglesia católica es, con diferencia, la confesión religiosa que más importancia ha tenido a lo largo de la Historia de España.  Los judíos no sólo fueron perseguidos desde la unión de la iglesia y el estado en los albores de la Edad Media sino que, finalmente, sufrieron los terribles pogromos del siglo XIV, inicio de su decadencia, y la Expulsión de 1492.  Los moriscos fueron expulsados en el siglo XVII aunque, ciertamente, el islam se había convertido en una fuerza espiritual apenas significativa desde el final de la Reconquista.  Por lo que se refiere a los protestantes fueron exterminados de manera sistemática y feroz desde el siglo XVI correspondiendo a uno de ellos el raro honor de ser el último ajusticiado por la Inquisición española ya bien entrado el siglo XIX.  No sorprende que, tras administrar ese tratamiento a cualquier otra religión aprovechando su fuerza sobre el poder civil, la iglesia católica quedara como única fuerza espiritual durante siglos.  Es muy posiblemente esa circunstancia la que explica que su Historia no se haya abordado en España de manera global y total sino siempre recurriendo a un expurgado que recuerda no poco al que los inquisidores, responsables de la censura, perpetraban con los libros.  Los ejemplos sobran.

La BAC, editorial católica por antonomasia, ha publicado una Historia de la iglesia católica en España[1] que proporciona no pocos datos sobre las cuestiones más diversas.  Más clamorosas son, si cabe, las ausencias de ese magnum opus.  Así, por ejemplo, el volumen dedicado a los siglos VIII-XIV[2] no hace referencias a acontecimientos de tanta relevancia como el exterminio de los herejes, el antisemitismo militante, la acción de la Inquisición o los pogromos de 1391.  A decir verdad, se podría pensar que ni uno solo de esos acontecimientos existieron.  Lo mismo encontramos en el tomo dedicado a los siglos XV y XVI[3]donde las hogueras de la Inquisición, el exterminio de los protestantes o el gasto que significaba para las arcas nacionales la causa de la Contrarreforma brillan igualmente por su ausencia.  En otros volúmenes ulteriores, acontecimientos históricos como, la persecución contemporánea de las libertades o el aprovechamiento de las circunstancias políticas – generalmente la debilidad gubernamental – para imponer sus condiciones a los distintos gobiernos nacionales no aparecen.  En resumen, lo que se narra en los varios volúmenes de la obra es más o menos acertado o cercano a la verdad, pero no es ni con mucho toda la verdad y, precisamente por ello, la narración histórica queda gravísimamente distorsionada. 

En algunos casos, esa exclusión ha entrado de manera aún más descarnada en el terreno de lo apologético.  No otro es el caso de un libro del opusdeista Luis Suárez[4].  La obra no sólo oculta aspectos absolutamente esenciales de la Historia de la iglesia católica en España sino que distorsiona gravemente otros y acaba ofreciendo un retrato absolutamente falaz y cargado de desequilibrios no sólo por su carácter propagandístico sino, fundamentalmente, por sus omisiones.  Es bien discutible que España algo deba a la iglesia católica, pero, en cualquiera de los casos, el autor no podrá nunca saber si esta confesión debe algo a la nación española.   Bien es cierto que poco más podría esperarse de un autor que forma parte del grupo que insta la canonización de Isabel la católica y que, a preguntas de quien escribe estas líneas, se negó repetidamente a manifestar una opinión contraria no sólo sobre la Expulsión de los judíos en 1492 sino también sobre el caso de acusación de crimen ritual del Niño de la Guardia.  Su condición de académico o de especialista en los Reyes Católicos no parece que invalide lo más mínimo este juicio y, si acaso, obliga a formularse inquietantes preguntas.

En los dos casos citados – podrían aducirse muchos más – el tratamiento de la iglesia católica recuerda a los de ciertos medios de comunicación también vinculados a esta confesión en los que la información sobre las visitas del papa es detallada y entusiasta, aunque, por regla general, nunca se incluyan referencias a su coste, pero se oculta de manera sistemática la información relativa a las finanzas de la Santa Sede o a los casos de pederastia en el clero. 

No mucho mejor – todo hay que decirlo – ha sido la manera en que se han acercado al tema autores de acendrada visión anti-católica.  Por regla general, sus análisis se han centrado en la guerra civil e incluso en esos casos no se puede decir que no dejen mucho que desear.  El desconocimiento del hecho religioso, de la Historia anterior y, en no escasa medida, el prejuicio acaban convirtiendo una tarea necesaria – la de historiar donde otros no lo han hecho – en baldía. 

Sin embargo, a pesar de que ésta es la realidad historiográfica, por definición, la Historia debe, como disciplina, ser completa y recoger todos los aspectos que nos permitan tener una idea global del fenómeno al que nos acercamos.  Un historiador que se acercara al nacional-socialismo alemán y decidiera soslayar cualquier mención a los campos de exterminio, a las cámaras de gas o a los Einsatzgruppen no podría sino pintar un cuadro absolutamente desenfocado.  A decir verdad, Hitler sin el horror de los campos podría ser presentado como un socialista nacionalista deseoso de rehabilitar su nación y nada más.  Esa parte de la Historia sería cierta, pero el cuadro global habría pasado por alto que la realidad histórica fue muy distinta.  Ésa es precisamente la situación a la que nos conducen los estudios del tipo de los señalados arriba. 

La iglesia católica no ha sido, históricamente, el bastión de la luz – muchas veces se manifestó como su enemiga más encarnizada – que pretenden sus apologistas ocultando, obviando o retorciendo hechos históricos incontestables.  Sin embargo, tampoco se puede reducir, de manera simplista, a la adversaria de una izquierda que, de entrada, ni siquiera existía durante la mayor parte de su devenir histórico.

A día de hoy, sigue siendo la última monarquía absoluta, una de las últimas teocracias – junto al Irán de los ayatollahs – y una entidad política que siempre ha tenido una agenda propia y un bagaje ideológico para legitimarla por encima de la acción de las otras potencias de la época.  Sin tener en cuenta esos aspectos es imposible comprender lo que ha significado para la Historia universal y, de manera muy concreta, para la de España.

Esta serie constituirá un intento de mostrar aquellos aspectos que son, de manera pertinaz y sistemática, orillados en las historias escritas por autores católicos y también no-católicos que sólo saben acercarse al fenómeno desde una perspectiva no menos determinada ideológicamente e incluso más limitada en el tiempo.

A lo largo de los capítulos que, Dios mediante, exigirán más de un año para ser publicados, la serie abordará el desarrollo de la iglesia católica desde sus inicios en España hasta la reunificación nacional de finales del siglo XV entrando en aquellos aspectos que, de forma generalizada, se suelen excluir, total o parcialmente, de las obras católicas, pero que resultan esenciales para comprender la verdadera influencia de la institución.

A continuación, la serie entrará en el período de la Contrarreforma, absolutamente esencial para comprender la Historia de España, ya que, ciertamente, determinará su desarrollo durante los siglos siguientes e incluso a día de hoy, perdura su influencia aunque muchos, viviéndola, no sean capaces de percibirla y analizarla.

Las siguientes entregas estarán referidas al peso de la iglesia católica durante los siglos XVIII, XIX y XX en que, de forma continua y no pocas veces violenta, se opuso frontalmente a la Ilustración, a la configuración de un estado liberal y a la articulación de distintos intentos democráticos en la medida en que los consideraba un peligro para sus privilegios seculares.

Finalmente, la obra concluirá con el papel – absolutamente esencial – de la iglesia católica en la configuración del régimen de la Transición y la manera en que ha conseguido incrementar sus privilegios con los diferentes gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, que se han sucedido desde mediados de los años setenta. 

En no escasa medida, esta serie constituye una “Historia secreta” porque no pocos de los aspectos son hurtados en otras obras o incluso algunos de ellos son desconocidos.  No es menos cierto que el análisis global, tal y como aparecerá, ha estado totalmente ausente de la historiografía española.  No podía, pues, ser más necesario.  Ahora, desprovisto de las lentes sucias y empañadas del prejuicio, es misión del lector enjuiciarlo.  

CONTINUARÁ


[1]  Ricardo García-Villoslada (director), Historia de la Iglesia en España, Madrid, 1982.

[2]  R. García-Villoslada (dir), Historia de la Iglesia en España. II-1, La Iglesia en la España de los siglos VIII-XIV, Madrid, 1982.

[3]  Idem, Historia de la Iglesia en España, III-1.  La Iglesia en la España de los siglos XV y XVI, Madrid, 1980.

[4]  Luis Suarez, Lo que España debe a la iglesia católica, Madrid, 2012. 

Experiencia prematrimonial (1972)

Miércoles, 4 de Septiembre de 2019

Una de las circunstancias – para mi, fascinante – que tiene el paso del tiempo es que nos permite observar cómo cambia todo y, sobre todo, cómo muda lo que una sociedad al completo consideraba inamovible.  La película que les traigo hoy abre la puerta a realizar ese ejercicio.  Yo la vi en un cine de barrio cuando se estrenó y puedo decirles que fue un escándalo.  El que se planteara que una pareja de novios podía tener relaciones sexuales fuera del matrimonio e incluso irse a vivir juntos sin casarse era simplemente imtolerable.  Había casos de novios que llegaban a tenerlas, claro está, pero era excepcional y, caso de tener lugar un embarazo, en medio de una vergüenza generalizada, se celebraba el matrimonio – de penalty, se decía entonces – deprisa y corriendo.  Partiendo de esa base, el que el tema se abordara en una película implicaba que la historia tenía que terminar como el rosario de la aurora. 

¿Qué pasa en Hong Kong?

Martes, 3 de Septiembre de 2019

La situación en Hong Kong se ha calentado de tal manera en los últimos tiempos que los comprensivos lectores me perdonarán por interrumpir momentáneamente los artículos sobre falacias relacionadas con Estados Unidos.  

Plácido, Sandokán, escoltas y gays

Lunes, 2 de Septiembre de 2019

Los recuerdos se me enredan como rabos de cerezas y, a medida que pasan los años, confluyen por nada formando una verdadera catarata.  Leyendo las denuncias – anónimas y repetidas acríticamente – contra Placido Domingo me han venido inevitablemente a la cabeza memorias de hechos que conocí de manera directa.  Ya conté hace tiempo en esta misma tribuna el caso de aquel catedrático que andaba como piñero a la caza de piñones siendo las piñas sus compañeras de profesión. 

Como quedó anunciado por el profeta Zacarías (9: 9), finalmente, el mesías entró en Jerusalén y no lo hizo como un monarca al uso, montado en un caballo de guerra y exhibiendo galas regias, sino humilde y en un asno.  La acción de Jesús, totalmente de acuerdo a las Escrituras, contrastaba no sólo con las ansias de buena parte de los judíos sino también con la evolución del poder en Roma.  A esas alturas, Roma ya no era la república de agricultores-soldados que había sido durante siglos sino que se había convertido en una monarquía en todo salvo el nombre y su emperador llevaba décadas permitiendo su culto al menos en la parte oriental del imperio.  Si el mesías era Dios hecho hombre, los súbditos del imperio aceptaban que un hombre se convirtiera en dios.  No era poco contraste. 

Conferencia: El Legado de la Reforma

Martes, 6 de Agosto de 2019

No te pierdas la conferencia "El Legado de la Reforma" con el doctor César Vidal.

Hasta la próxima temporada

Martes, 30 de Julio de 2019

Termina el mes de julio y quien esto escribe se toma unos días de descanso también en su blog.  El año que viene llegará con novedades.  Tras prácticamente un año, ha acabado la serie sobre Jesús, el judío.  Van a comenzar, Dios mediante, otras dos nuevas.  Los miércoles, seguiremos recomendando libros y películas y los lunes y martes, centrándonos en temas de actualidad y entrevistas en medios.  Los cambios vendrán en jueves y viernes.  El estudio bíblico pasará al domingo. 

La prostitución siempre me ha provocado una compasión inmensa.  En parte, creo que hay que atribuirlo a la lectura de los evangelios donde Jesús frecuentemente come con publicanos y meretrices.  En no menor medida, se debe a que estoy convencido de que, salvo excepciones, nadie se prostituye por gusto.

Jesús, el judío (LI)

Domingo, 28 de Julio de 2019

CONCLUSIÓN:  “JESÚS, HIJO DE ABRAHAM, HIJO DE DAVID, HIJO DE DIOS…”

 

       Cualquiera que tenga la curiosidad de dar inicio a la lectura del Nuevo Testamento encontrará desde el principio que está abriendo un libro profundamente judío.  Las primeras líneas hacen referencia a Jesús “hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1, 1) para, acto seguido, introducir una genealogía que está referida al pueblo de Israel y que incluso se agrupa midráshicamente en un número de generaciones que coincide con el valor numérico del nombre David.  Semejante circunstancia puede sorprender al judío que desconoce a Jesús y, por supuesto, a aquellos que creen seguir a Jesús y que nunca lo relacionarían con Israel.  Sin embargo, los hechos objetivos son innegables.  Al término de nuestro estudio, también podemos señalar que nuestras conclusiones son obvias.

        Jesús, hijo de Abraham

         Descendiente del patriarca al que Dios formuló las promesas dirigidas al pueblo de Israel, miembro del pueblo judío, Jesús fue circuncidado al octavo día.

       Su familia fue piadosamente judía.  También fueron judíos con fuertes inquietudes espirituales sus discípulos.  La misma vida de Jesús fue la de un judío piadoso que guardaba el shabbat, celebraba las festividades de Israel y amaba y respetaba profundamente la Torah que había “venido a cumplir y no a anular” (Mateo 5, 17).

 

       Jesús, hijo de David. 

       Perteneciente a la estirpe del rey David a través de una rama seguramente secundaria, se presentó además como el mesías.  Sin embargo, su visión de la mesianidad estaba enraizada con los Cantos sobre el Siervo de YHVH de Isaías.  Ese Siervo-mesías-Hijo del Hombre era mayor que Jonás y Salomón (Mateo 12, 41-42; Lucas 11, 31-32).

      Como tal mesías, anunciaba que el Reino había dado alcance a sus contemporáneos (Mateo 12, 28) y convocaba a todos a la teshuvah, al arrepentimiento.

      Como tal mesías, moriría expiatoriamente por los pecados de Israel, aunque buena parte de su pueblo no lo entendiera y lo considerara castigado por Dios (Isaías 53) y aunque desde el s.I no hayan sido pocos los judíos que han quedado persuadidos de que era el mesías y que por creerlo no han pensado perder su condición de parte de Israel.

      Como tal mesías, sería luz para los gentiles (Isaías 42, 1 ss)

 

     Jesús, Hijo de Dios

     Jesús además fue consciente de vivir en una relación especial con Dios que no tenía paralelos en ningún otro ser.  A él podía llamarlo abbá, papá, no en un sentido buenista de Dios, sino como el Ser con el que tenía una intimidad incomparable (Mateo 11, 25-27).

     Esa intimidad iba a provocar un giro radical en la Historia de las religiones porque acercó extraordinariamente al Creador hasta sus criaturas, tanto como no lo había estado antes.  A la pregunta – sobrecogedora, terrible, escalofriante – de dónde se hallaba Dios en Auchswitz, el judaísmo no ha podido responder cabalmente tanto es el horror que su simple formulación provoca.  Sin embargo, para los que creen que Jesús es hijo de Abraham, hijo de David e Hijo de Dios, el Siervo de YHVH ofrecido en expiación por los pecados de la Humanidad, la respuesta es que Dios estaba en la persona de Su Hijo, enviado al mundo por amor, colgando de una cruz y que lo reivindicó resucitándolo de entre los muertos. 

     Sin embargo, estos últimos aspectos sobrepasan el terreno por el que puede caminar con razonable certeza el historiador y penetran en el campo de la fe.  Por ello, nosotros debemos regresar a un terreno más prosaico que resulta esencial para comprender a Jesús y sus enseñanzas, para lograr que los judíos capten quién fue realmente Jesús y para que aquellos que dicen seguirlo y se denominan cristianos puedan limpiar su cristianismo de las excrecencias e impurezas acumuladas durante siglos tapando al verdadero Jesús y a su auténtico mensaje.  Y es que, sin ningún género de dudas, Jesús el judío no podría entender ni respaldar: 

 

  1. Jesús el judío no hubiera entendido el antisemitismo de siglos tanto en su vertiente supuestamente cristiana ni tampoco en la islámica o en la científica.  Al igual que los profetas, Jesús distó mucho de idealizar a Israel y no escatimó las críticas a sus autoridades y a sus correligionarios, pero no hubiera podido contemplar sino con horror la satanización de su pueblo, pueblo al que él fue enviado de manera primordial.
  2. Jesús el judío no hubiera entendido que en su nombre se creara un poder político-religioso semejante al del Sanhedrín o incluso mayor y que los Doce no sólo se vieran desprovistos de la misión de juzgar a las Doce tribus de Israel sino que además se hubieran transformado en una casta que, supuestamente, se perpetuaba a lo largo de los siglos.
  3. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder religioso pretendiera tener un monopolio de la Verdad cuando él mismo había enseñado que “el que no está contra vosotros está con vosotros” y que sólo él – y no una instancia humana - era el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14, 6).
  4. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder religioso pretendiera garantizar una salvación mediante obras y ritos como los dirigentes religiosos de su tiempo a los que él había criticado sin contemplaciones y cuando la salvación es un regalo gratuito de Dios para los que se confiesan humildemente pecadores ante Dios y deciden seguir a Jesús (Lucas 18, 9-14)
  5. Jesús el judío que millares de veces en su vida oró la Shemá que señala que hay un solo Dios y que reprendió al Diablo diciéndole que a nadie se puede dar culto religioso salvo al Señor (Lucas 4, 8) no hubiera entendido que ese poder religioso traicionara la Torah e introdujera mediadores entre Dios y los hombres, o consintiera el culto religioso a otro ser que el único Dios.
  6. Jesús el judío que jamás se inclinó ante una imagen siguiendo el mandato de la Torah jamás hubiera entendido que ninguno de sus seguidores quebrantara los Diez mandamientos rindiendo culto a imágenes (Exodo 20, 4-5) cuando su Padre estableció claramente que no toleraría que se dispensara culto a imágenes (Isaías 42, 8) y señaló el absurdo ridículo de semejante práctica (Isaías 44, 9-20).
  7. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder religioso hubiera convertido la casa de su Padre en cueva de ladrones traficando con lo sagrado cuando él mismo había purificado el Templo del único Dios verdadero y además no tenía donde recostar la cabeza (Mateo 8, 20-21).
  8. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder “colara el mosquito y se tragara el camello” (Mateo 23, 24) y echara pesadas cargas sobre los hombros de los demás a la vez que olvidaba la compasión, la misericordia y los elementos esenciales de la Torah (Mateo 23, 23)
  9. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder religioso, como las autoridades del Templo que lo condenaron, antepusiera la Realpolitik a la cruz olvidando el carácter diabólico de los reinos de este mundo (Lucas 4, 5-8) y
  10. Jesús el judío no hubiera entendido que ese poder matara, volviera la mirada hacia otro lado ante el sufrimiento de Israel, creara ghettos, estableciera normas que obligaran a los judíos a llevar una señal, privara de derechos elementales a los judíos e incluso llegara a firmar un pacto con Hitler.

 

            De hecho, seguramente como el mismo Pablo de Tarso,  Jesús el judío en un poder así hubiera visto al Hombre del pecado que se coloca en lugar de Dios intentando sustituirlo (2 Tesalonicenses 2, 3-7), que pretende representar a Dios, pero que, en realidad, como algunos de los religiosos que conoció ni entra en el Reino ni deja que los demás entren (Mateo 23, 13) y que sólo puede ser vencido, como el Diablo que lo inspira, mediante el recurso a la enseñanza de las Escrituras (Lucas 4, 4, 8 y 12).

     Así, hubiera visto las cosas Jesús y, al hacerlo, habría sido, como lo fue durante toda su vida, medularmente judío.  No resulta por ello extraño que el filósofo judio Martin Buber lo considerara su “hermano mayor” [1], que el rabino Leo Baeck lo considerara “una personalidad genuinamente judía” [2] o que el historiador judío Joseph Klausner indicara que “Jesús es el más judío de los judíos… más judío incluso que Hil.lel… desde el punto de vista de la humanidad en general, él es, ciertamente, una “luz para los gentiles”[3]

     Pero además, como supo ver el sabio judío Maimónides y detrás de él personajes como Klausner o Pines, su llamamiento habría sido universal.  Se trató de un llamamiento que, siguiendo la estela de los profetas, ha desbordado a Israel para convocar a todos los pueblos a Jerusalén (Isaías 2, 1 ss).  Porque, a día de hoy, la enseñanza de Jesús el judío sigue viva y convoca a todos los seres humanos a buscar primero el Reino de Dios y su justicia (Lucas 12, 30-31), a no dejarse llevar por el miedo y la ansiedad como los que no creen (Lucas 12, 32) y a creer en el Hijo al que Dios envió por amor envió al mundo para que “todo el que cree en él no se pierda sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16).

(FIN DE LA SERIE)


[1]  M. Buber, Two Types of Faith, Nueva York, 1961, p. 12.

[2] L. Baeck, Harnack Volensugen über das Wesen des Christentums, Breslau, 1902.

[3]  J. Klausner, Jesus of Nazaret, Nueva York, p. 413.

 

Ahora es tendencia

Editorial: Se revela el papel de la OTAN en la crisis del Coronavirus - 13/11/24

Editorial: Se revela el papel de la OTAN…

Nov 13, 2024 Puntuación: 0.00

Despegamos: Pacto Putin-Trump, mendigos energéticos, traición de la FED y la DANA de Sánchez - 11/11/24

Despegamos: Pacto Putin-Trump, mendigos …

Nov 11, 2024 Puntuación: 0.00

Despegamos: Pandemia climática, gira de Sánchez, sobornos IBEX, milagro argentino y boom militar - 12/11/24

Despegamos: Pandemia climática, gira de …

Nov 12, 2024 Puntuación: 0.00

Últimos Tuits