Contemplar España desde el exterior constituye un ejercicio provechoso porque los árboles no dejan ver el bosque y además porque, alejados del fragor cotidiano, se adquiere una mirada más equilibrada y también más amable. En cierta ocasión, Arturo Pérez Reverte me dijo que para seguir queriendo a España hay que pasar temporadas fuera de ella. Quizá, pero, con todo, a veces no lo ponen fácil. Me entero con profundo pesar de que la UGT ha decidido impedir a toda costa que el economista Juan Ramón Rallo aparezca en TVE.
El cine y la televisión de Israel producen con relativa frecuencia películas y series que merece la pena ver. Rara vez llegan a Occidente por eso de que el hebreo no es una lengua especialmente extendida y porque no poca gente del cine no debe sentirse tampoco muy identificada con lo que aparece en esas obras. Con todo, ocasionalmente en Estados Unidos compran los derechos y las adaptan.
Cuando era niño, las noticias relacionadas con la muerte llegaban, por regla general, vinculadas a un familiar. Tan repetido fue el fenómeno que alguien en casa acabó por denominarla “la emisaria de la muerte”. El impacto de aquellas nuevas parecía amortiguado aunque también puede ser que yo simplemente tuviera unas décadas menos. No es así ya. Amanece al otro lado del Atlántico y me entero de que ha fallecido el profesor José Barea.
Como vimos en la última entrega, la pregunta que se impone tras examinar el comentario de Lutero sobre Romanos es cómo podía conciliar esa visión que había encontrado en la Biblia – especialmente en Pablo – con el sistema teológico del catolicismo, especialmente a partir de su desarrollo durante la Edad Media.
Hubo un teólogo que, hace muchos años, afirmó que “el cristianismo es Cristo”. Parece una perogrullada, pero constituye una verdad mucho más profunda de lo que parece a primera vista.
Su padre había nacido en Ucubi, la actual Espejo, en la provincia de Córdoba. No puede sorprender, por lo tanto, que también él formara parte del clan de los hispanos. De hecho, su tía abuela paterna había estado casada con Adriano y su abuela paterna era sobrina nieta de Trajano. De entre los denominados “cinco buenos emperadores”, iba a ser el tercero de origen hispánico.
Con la aparición del enésimo grupo islámico han comenzado a menudear las voces de los que reclaman otra intervención armada en Irak. Ese paso implicaría un gravísimo error que sólo multiplicaría las víctimas.
Fue en la década de los sesenta, la dorada del franquismo y la añorada por tantos aunque sólo sea porque éramos más jóvenes y algunos incluso niños. Sonó el timbre, mi madre salió a abrir y en la puerta de casa se pudo ver a un señor con una cartera - ¿iba acompañado de un niño o eso fue en otro caso? – que sonreía. No recuerdo muy bien qué frases dirigió a mi madre, pero nunca olvidaré cómo aquel hombre hizo una referencia a que lo que todas las familias necesitan es “la salud, el pan y el trabajo”.
Siempre lo tuve en altísima estima. Era inteligente, chispeante, vivo, divertido. Lo coloqué al frente de la sección de economía porque era el mejor. Quizá nunca debí hacerlo porque lo pagó muy caro.
El mensaje de salvación