Desde luego hay semanas que dan ganas de despertarse en el lunes de la siguiente. No es que resulten esencialmente peores que otras. Se trata sencillamente de que todo se nota más. Los últimos siete días han pertenecido, desde luego, a esa categoría. Y es que, después de la resaca breve de la victoria-derrota en las elecciones europeas, hemos vuelto a encontrarnos con la realidad entera y verdadera de la España de ZP.
Corría el año 279 a. de C., cuando las tropas del rey griego Pirro se enfrentaron con las legiones romanas en Asculo. Pirro era un notable estratega, pero, en contra de lo que hubiera podido esperarse, los romanos se mostraron cómo unos oponentes más duros de lo esperado. Cuando, al final, logró imponerse sobre ellos en el campo de batalla, el rey musitó: “Otra victoria así sobre los romanos y me habré quedado sin recursos”. La anécdota se haría popular de tal manera que en adelante se conocería como victoria pírrica a aquella cuyo coste resulta excesivo o a la que hacía suponer que, al fin y a la postre, se producirá una derrota final.
Suele ser habitual aseverar que en España no hay antisemitismo. Según esa afirmación repetida hasta la saciedad, en nuestra nación – que expulsó a los judíos hace cinco siglos – el antisemitismo no existe por definición y, como mucho, se producirían algunas manifestaciones de anti-sionismo, bienintencionadas eso sí, porque arrancan de un desinteresado deseo de defender al oprimido pueblo palestino.
El domingo de la semana pasada, publicaba La Razón un artículo mío en el que agradecía yo al cardenal Cañizares el que hace un par de años me salvara de una conjura confesional que buscaba expulsarme de la COPE alegando que no era católico. Lo contaba yo ahora porque Cañizares carece ya de poder en la iglesia católica de España tras su marcha a Roma y nadie podría interpretar mis palabras como un gesto de adulación. También era yo discreto y guardaba silencio sobre las identidades de personas que desde antes de que asumiera la dirección de La Linterna se dedicaron a intrigar contra mi por el simple hecho de ser evangélico. Pues bien le ha faltado tiempo a uno de ellos para contar en su página web cómo se dedicó a buscar entre mis libros hasta que encontró uno que pudo presentar a un obispo para intentar expulsarme de la COPE. Por si la confesión de semejante acto meritorio – aunque no sé si con mérito de congruo o de condigno - no fuera suficiente, el personaje en cuestión carga contra Federico – una obsesión suya desde hace años, quizá porque Federico no quiso darle acomodo en la Linterna dado que el sujeto carecía de un mínimo nivel para ser contertulio – repitiendo que el director de La Mañana y Pedro J utilizan los micrófonos de la COPE para defender el aborto y apoyar a Rosa Díez que es una furibunda abortista. Sabido es de todos que esas afirmaciones no se corresponden con la verdad, pero ¿desde cuándo la verdad le importa a esta gente? Como guinda del pestilente pastel, el aprendiz de Torquemada asevera que no le parece mal que un ateo, un protestante o un gay (por lo visto, son lo mismo) trabajen en una empresa católica, pero siempre que no ocupen la dirección de un programa ni hablen. La verdad es que tuve que pellizcarme varias veces para asegurarme de que lo que leía era cierto y que no me había visto transportado a la época en que la Inquisición se deshacía de todo tipo de individuos sin especial problema.
Corría el año 408 d. de C., cuando Estilicón fue convocado a una reunión en Rávena. En el curso de los últimos veinte años, Estilicón había sido el baluarte que había salvado al imperio romano de Occidente del empuje de los bárbaros. Así, combinando un notable talento político con una extraordinaria habilidad para el combate, Estilicón había vencido a partos, visigodos y suevos garantizando la seguridad del imperio. Sin embargo, el éxito incomparable de Estilicón se había convertido también en el origen de su desgracia. Envidiado por muchos, Estilicón contaba con un historial intachable por lo que se le acusó de tener un origen bárbaro y, sobre todo, de no profesar el catolicismo, convirtiéndose así en blanco de innumerables intrigas que tan sólo aspiraban a aprovecharse de su caída. Finalmente, el 22 de agosto de aquel año 408 d. de C., los conspiradores lograron hacerse con Estilicón y darle muerte. No sólo eso. Para garantizar su éxito, asesinaron también a Euquerio, el hijo de Estilicón. En apariencia, los intrigantes conjurados habían tenido éxito y ante ellos se ofrecía la perspectiva de apoderarse de Roma. Sin embargo, en apenas unos días, los bárbaros mandados por Alarico se hallaban ya a la puertas de la ciudad sometiéndola a asedio. En menos de dos años, Roma cayó en manos de los bárbaros que la arrasaron como nunca antes había sido desolada. De hecho, Roma ya nunca se recuperaría de aquel episodio y sufriría un destino aciago hasta que el propio imperio se colapsó bajo los golpes de los bárbaros, los mismos bárbaros a los que Estilicón había derrotado vez tras vez durante dos décadas.
En unas horas se cumplirá el quinto aniversario de los asesinatos del 11-M y da la sensación de que las celebraciones van a resultar muy deslucidas.
Estuve el viernes en el acto celebrado por La Mañana de COPE en el teatro Lara de Madrid en ayuda de los necesitados. La iniciativa la ha denominado Federico Jiménez Losantos “Los panes y los peces”. Pocas veces se le habrá puesto un título mejor a cualquier empresa. Repasando el texto en el Evangelio de Mateo (14, 13-21), he encontrado varias cuestiones que llaman la atención. La primera es que fue Jesús – y no los discípulos – el que sintió compasión por la gente (v.14). De hecho, según cuenta Mateo que estuvo allí, los discípulos eran partidarios de enviar a la gente a su casa y librarse de complicaciones (v.15). De nuevo, fue Jesús el que tuvo que señalar que aquella gente estaba necesitada e incluso ordenó a los discípulos: “dadles vosotros de comer” (v. 16). Pero ni por esas. Los discípulos señalaron la escasez de recursos como argumento supuestamente sólido como para lavarse las manos (v. 17). Fue entonces cuando Jesús, no de la nada, sino aprovechando lo que tenían los discípulos, operó la multiplicación (v. 18 ss)… de la que por cierto se recogieron hasta las sobras para aprovecharlas. Salvando las distancias, Federico también ha hecho un llamamiento a la gente para que de lo que tengan den a los necesitados y la gente ha respondido y lo ha hecho de corazón y con generosidad permitiendo que millares de personas puedan comer cada día en esos comedores que ya popularmente se conocen como los “comedores de Federico”.
El 18 de octubre del año 31 d. de C., el senado de Roma fue testigo de un hecho singular. Lucio Elio Sejano, tras no pocas idas y venidas, decidió comparecer ante los padres de la patria.
Comencé a temerme lo peor al escuchar las declaraciones de Magdalena Álvarez sobre las causas de la nevada que paralizó media España. La culpa esta vez no la tenían ni Bush, ni Aznar ni siquiera el cardenal Rouco. No. ¡Qué va! El responsable era un representante de Caja Madrid que estaba en el consejo de Iberia. Lo repito. Me quedé absolutamente abrumado ante la información proporcionada por la ministra de Fomento.