Con la aparición del enésimo grupo islámico han comenzado a menudear las voces de los que reclaman otra intervención armada en Irak. Ese paso implicaría un gravísimo error que sólo multiplicaría las víctimas.
Fue en la década de los sesenta, la dorada del franquismo y la añorada por tantos aunque sólo sea porque éramos más jóvenes y algunos incluso niños. Sonó el timbre, mi madre salió a abrir y en la puerta de casa se pudo ver a un señor con una cartera - ¿iba acompañado de un niño o eso fue en otro caso? – que sonreía. No recuerdo muy bien qué frases dirigió a mi madre, pero nunca olvidaré cómo aquel hombre hizo una referencia a que lo que todas las familias necesitan es “la salud, el pan y el trabajo”.
Siempre lo tuve en altísima estima. Era inteligente, chispeante, vivo, divertido. Lo coloqué al frente de la sección de economía porque era el mejor. Quizá nunca debí hacerlo porque lo pagó muy caro.
El mensaje de salvación
La historia relatada por la canción me pareció conmovedora desde que la escuché la primera vez. Permítanme que resuma la letra. Un granjero, una maestra, una prostituta y un predicador iban en un autobús de medianoche camino de México. Uno iba en busca de vacaciones; otra, de mejorar su educación y dos, iban a la busca de sus almas perdidas. El conductor no vio la señal de stop y no tuvo tiempo de frenar. El accidente dejó tres víctimas mortales y sólo Dios sabe por qué no fueron cuatro.
Al igual que su antecesor Trajano, Adriano nació en las cercanías de la actual Sevilla. Procedía de una familia originaria de Piceno, pero que se había asentado en Hispania en la época de Escipión.
Se cuenta que, cuando tras la Segunda guerra mundial, la ONU decretó el bloqueo del Régimen de Franco, Agustín de Foxá, aristócrata y falangista, comentó irónico: “Menuda patada acaban de darle a Franco en nuestras posaderas”. Las palabras resultaban más que acertadas porque no iba a ser el Generalísimo el que sufriera la escasez, el hambre y la penuria derivadas de la decisión internacional.
La Historia se construye siempre sobre las fuentes históricas. Si uno desea conocer la verdad sobre Lenin, resulta indispensable leer sus escritos y órdenes; si ansía comprender el islam debe profundizar en los hadiz y el Corán; si busca comprender el judaísmo del Segundo Templo no podrá dejar de lado los escritos pseudoepigráficos, los Targum o los documentos de Qumrán y si se quiere de verdad conocer el cristianismo de Jesús y sus primeros discípulos las fuentes privilegiadas son los escritos del Nuevo Testamento.
El descubrimiento de la Biblia