Fue en mis años mozos, pero lo recuerdo como si hubiera sucedido esta misma mañana. Uno de mis catedráticos de la facultad de derecho – que, por cierto, tenía fama de extravagante y se llamaba Rafael Gibert – comenzó a cantar en clase las virtudes del castigo físico. En un momento dado, insistió en que él mismo prefería que le dieran una serie de bastonazos a pasar tiempo en la cárcel. Finalmente, acabó sentenciando: “puesto a escoger entre una y otra cosa, deme usted un palo”.
El estreno de un documental sobre Himmler ha vuelto a poner de actualidad al Reichsführer de las SS. En no escasa medida, fue el epítome del nacional-socialismo, pero también una muestra de que éste no fue monolítico y en su seno incluyó tendencias diversas. Basta al respecto con compararlo con los otros dos grandes jerarcas: Hitler y Goebbels.
Señalaba en mi artículo anterior cómo la evolución económica iniciada ya en los años setenta, pero acentuada en la última década obliga a preguntarse si nos encontramos en una senda que conduce inexorablemente hacia el final de la clase media.
El sábado de la semana pasada por la mañana, tuve el honor y el privilegio de dar inicio con una ponencia a un encuentro celebrado en la Facultad de Derecho de FIU (Florida International University) sobre el diálogo en política. Incluyo el enlace. Tengo la sensación de que a nadie le sorprenderá mi posición.
¿Hay salida? (XIII): Sagrado localismo