Fue hace muchos años. En concreto, la última temporada que dirigí La linterna en la cadena COPE. El destino de FJL ya estaba decidido y por más que él se empeñara en revertirlo ya se había decidido en las alturas que no seguiría dirigiendo La mañana. Responsables de su caída no fueron ni el rey ni Rajoy, como FJL se empeña en fabular desde hace años.
A finales del siglo XVIII, escribió centenares de himnos el que quizá sea el mayor compositor cristiano de todos los siglos. Su nombre era Charles Wesley y fue también teólogo y predicador evangélico.
El primer gran discurso. El Sermón del Monte (III): el discipulado de Jesús (II)
No es fácil que lo entiendan los que tienen menos de cincuenta años, pero hubo un tiempo en que en los transportes colectivos el hacinamiento era mayor que en las latas de sardinas y el calor no era inferior al de una sauna. Fue una época en la que comer el pastel más modesto era alborozada fiesta y una bolsa de patatas fritas en el cine adquiría consideración de despilfarro oriental.
En 1957, Sidney Lumet dirigió Twelve Angry Men (Doce hombres airados) que, en España, se titulóDoce hombres sin piedad. Con un guion originalmente televisivo de Reginal Rose, tuvo un éxito extraordinario al relatar un juicio por jurado en el que uno de sus miembros, encarnado por Henry Fonda, dejaba de manifiesto que, a pesar de los prejuicios, el sistema judicial norteamericano funciona.
No deja de ser significativo que, tras describir a sus discípulos, a inicios del Sermón del Monte, Jesús realice una afirmación extraordinaria, la de que son la sal del mundo (Mateo 5: 13).
Las últimas semanas han debido constituir una verdadera pesadilla para Montoro. Raro es el día en que, en un medio o en otro, no se lanzan contra él inquietantes acusaciones. Yo opino sinceramente que hay que ser ecuánime.
Como muchos sabrán estoy pasando unos días en ese país apasionante que se llama China. Tengo algunas dificultades para conectarme a la red y comentar en mi Blog. Son molestias habituales cuando se viaja.
Después de su discurso en el Areópago, Pablo abandonó la ciudad de Atenas en dirección a Corinto. A decir verdad, a esas alturas, no le sobraban las razones para sentirse satisfecho.