El tema del campus literario que se celebró en Lima era una cuestión tan importante e indispensable como examinar la manera en que se han contemplado las Indias históricamente. En España, para muchos sigue vigente la mentira monstruosa de la leyenda blanca. A América, habrían llegado los españoles guiados por el deseo de comunicar el Evangelio y se habrían manifestado justos y ecuánimes con los indígenas a diferencia de la gente que, procedente de Europa, se instaló en el norte del continente.
Desde que hace ya más de tres años me exilié de España la vida no ha sido fácil. No voy a reiterar lo que ya he relatado en otras ocasiones y tampoco me adentraré en cuestiones que no he contado. Simplemente, lo señalo. Lo hago además porque en ese trienio, pocas veces me he sentido tan plena y totalmente feliz como la semana pasada en el curso del II Campus literario: La mirada de Indias.
Estos días Fidel Castro ha cumplido noventa años y ya pueden ustedes imaginarse que la población cubana de la ciudad donde resido no está precisamente entusiasmada. De hecho, no para de preguntarse cómo no se muere. Que Castro lleva muchos años viviendo – independientemente de que sea o no dictador – admite poca discusión.
LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LAS FUENTES ESCRITAS (XII): FUENTES CRISTIANAS (X): Fuentes patrísticas (II): Eusebio de Cesarea
Contaba yo en mi último post las impresiones que me estaba produciendo el ver la serie televisiva sobre El Caso. Recuerdo a la perfección el primer número de El Caso que leí. Mi abuela lo compraba – incluso entonces era muy popular la frase “vamos a acabar saliendo en El Caso” como señal de algo truculento – pero yo no me sentía muy atraído por aquellos relatos.
Aquí, en este exilio transatlántico, se agradece echarle el ojo a algo relacionado con España. No me refiero, como ya supondrán ustedes, a la política que me parece absolutamente agónica y sin solución ni tampoco a los programas de vísceras. Me interesan más otras cuestiones relacionadas, de una u otra manera, con la cultura.
Para las personas de más de cincuenta años que han vivido en España, es relativamente fácil recordar una época en que ser cristiano era garantía de seguridad. Bueno, habría que decir más bien ser católico porque ser protestante o pertenecer a los testigos de Jehová o ser judío no resultaba ni fácil ni barato.
Hace años, un comunista español, cansado de que la Unión soviética, según él lo veía, se estuviera haciendo de derechas, decidió marcharse a la China de Mao.