Lo conocí cuando era tan sólo un niño. La madre se había quedado embarazada siendo soltera y se casó con el novio de penalti. Se fueron a vivir a casa de la madre de él – que, seguramente, era una buena persona, pero miraba a la joven como causa de la desgracia de su único hijo – y en las discusiones que fueron surgiendo no sólo abundaron las explosiones de ira sino que ella se llevó más de un golpe. Y en ese ambiente, nació JL.
He tenido ocasión de ver el supuesto documental sobre el 23-F realizado por Jordi Évole y creído, al parecer, por millones de españoles incluidos políticos que son y que aspiran a ser. Dado que todos picaron como memos e incluso pusieron Twitter al rojo vivo lanzando majaderías, al día siguiente había que buscar una excusa a tanta estupidez y se decidió ensalzar al papá de la criatura comparándolo con Orson Welles.
Comencé a cursar la carrera de Historia cuando llevaba casi una década de ejercicio de la abogacía. Creo que di ese paso por tres razones. La primera que, como saben los que han leído mis memorias, mi vocación estuvo siempre ligada a la Historia y la literatura y si estudié derecho fue más que nada por no chocar con mi padre que no es que estuviera entusiasmado con esa profesión – en realidad, quería que fuera programador de ordenadores y trabajara en un banco - sino que era rotundamente opuesto a que me muriera de hambre con la Historia.
¿Hay salida? (V): trabajar no es pecado
En 1752, vivía en Köthen, en el centro de Alemania, una joven alemana Katharina Amalia Dorothea von Schlegel. El lugar era ya famoso porque en él había escrito Bach sus célebres conciertos de Brandeburgo y había sido su director musical de 1717 a 1723. La muchacha tenía mucho menos talento que Bach, como puede suponerse, pero era autora de una veintena de canciones de carácter espiritual.
Pocos ejemplos de depredación artística se pueden comparar al protagonizado por el III Reich. Inicialmente, jerarcas del régimen como Hermann Goering se dedicaron a crear extraordinarias colecciones a costa del expolio de propietarios judíos. Luego, las obras del denominado “arte decadente” desaparecieron de los museos con vistas a su destrucción. Finalmente, el avance de la Wermacht en Europa permitió el saqueo de numerosos tesoros artísticos de una manera que sólo admitía parangón con las depredaciones napoleónicas.
Posiblemente la colección más interesante de textos relacionados con Jesús, fuera del Nuevo Testamento, se halle en las fuentes rabínicas. Este conjunto de fuentes reviste un enorme interés porque procede de adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo; porque, en general, aunque no siempre, resulta especialmente negativo en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen, sin embargo, a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos. Dado el desconocimiento que suele imperar sobre el tema, dividiré este apartado en varias entregas explicando, primero, lo que son esas fuentes rabínicas y después lo que dicen sobre Jesús.
Como se habrán percatado los lectores, la aventura independentista de Ucrania lleva años teniendo un coste no pequeño. Por si, gracias a los nacionalistas ucranianos, aquella tierra tuviera pocos males, ahora se suma la acción de grupos exteriores – y no me refiero precisamente a Rusia - que han decidido que no les agradan los últimos pasos dados por el ejecutivo.
Algunos paseantes del muro me han pedido que realice breves reseñas de mis libros de manera que los pueda orientar sobre su futura lectura. La idea me parece buena y, de hecho, pienso dedicarle el post de los lunes. Comenzaremos con una obra emblemática como ha sido desde 1995, El Holocausto, que aún sigue reeditando Alianza editorial.