Moverse por ciertas esferas en Washington permite contemplar desde dentro el funcionamiento del legislativo norteamericano. A diferencia de España, Estados Unidos no cuenta con un sistema parlamentario sino con uno de separación de poderes o, como ellos prefieren decir, de frenos y contrapesos. Precisamente por ello, las cámaras – congreso y senado - se renuevan parcial y periódicamente y resulta impensable que se disuelvan dos meses antes de las elecciones como sucede ahora en España.
¿Se imagina alguien a un católico anunciando que Dios va a destruir el Vaticano o a un musulmán proclamando que Al.lah va a arrasar la Meca?
Si hubiera que quedarse con uno de los monumentos de Washington, seguramente la mayoría lo haría con el memorial erigido en recuerdo de Abraham Lincoln. Los que hayan seguido mínimamente mi trayectoria saben que a principios de este siglo gane un premio de biografía con una dedicada a Lincoln. Fue aquel un episodio curioso en el que no me voy a detener y que menciono aquí sólo para recordar que mi interés por Lincoln viene de muy atrás.
Washington es una ciudad dotada de una elegancia poco común. Aúna la belleza de ciudades europeas como París, Madrid o Viena con un estilo hermosamente americano.
Hace unas semanas fui invitado por el Women Pen Club de Miami a presentar uno de mis libros. Finalmente, decidieron que fuera La herencia del cristianismo. La presentación iba a ser en inglés, pero una cadena de TV local que emite en español me pidió que la realizara en mi lengua natal.