La última sección que vimos del profeta Ezequiel concluía con la reasunción de su compromiso de ser atalaya para su pueblo. Los capítulos que vienen a continuación (c. 34-48) comienzan con una afirmación terrible, la de la perversión pavorosa experimentada por los pastores de Judá.
Fue una semana tras la primera victoria electoral de ZP. Un amigo del PSOE me dijo angustiado: “Va a ser un desastre. Zapatero no tiene ni idea. Lo mejor habría sido un resultado cambiado. Que el PP hubiera ganado sin mayoría absoluta y pactara y que a nosotros nos hubiera dado tiempo a que este aprendiera algo…”.
Dice el tango que veinte años es nada, pero, en ocasiones, ese plazo temporal se acorta. Hace una década, día arriba, día abajo, escribía yo en La Razón un artículo afeando a Alberto Ruiz Gallardón el que se querellara contra Federico Jiménez Losantos y anunciando que, aparte del daño que pudiera causar con ese comportamiento, su carrera política iría declinando irreparablemente.
En los últimos tiempos, se ha convertido en tabú hablar del exilio cubano. El propio ministro español de Asuntos exteriores ha preferido viajar a Cuba a cortejar al dictador antes que ocuparse de los disidentes, de los encarcelados en la isla o de los que tuvieron que huir hace ya tiempo de su patria.
LOS PRIMEROS CRISTIANOS LAS FUENTES PARA LA HISTORIA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN ISRAEL EN EL S. I (II): Las fuentes judías (II): literatura rabínica[1]
Fue Lutero el autor de la frase precisamente en unos momentos en que la Reforma devolvía la música de los cultos al pueblo. Desde hacía siglos, como tantas cosas buenas, esa música había estado secuestrada en manos de clérigos manteniendo apartada a la gente que no formaba parte de esa casta privilegiada.