La Historia suele ser injusta con las personas y los movimientos. Es el caso del fascismo italiano. El hecho de que Mussolini acabara uniendo su suerte a la de Hitler tuvo como consecuencia directa el que se le asignara un pésimo lugar en la Historia. Antes de esa circunstancia, personajes como Churchill o Gandhi manifestaron la fascinación que sentían por Mussolini e incluso se le puso su nombre a una calle en Nueva York que, hasta donde yo sé, persiste a día de hoy.
Podía haber comenzado a escribir esta serie sobre mi reciente viaje a Argentina la semana pasada, pero decidí concederme el regalo de cumpleaños de empezarla hoy, 9 de mayo. Adelanto que no es tarea fácil escribir sobre ese Buenos Aires, querido, según la letra, del tango cantado extraordinariamente por Carlos Gardel.
LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LA IDEOLOGÍA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (XVIII): LA ESCATOLOGÍA (I): Jesús, el resucitado
El ministerio profético siempre ha resultado dolorosamente molesto para el stablishment religioso. Es lógico que así sea. Mientras el sistema religioso suele insistir en que todo va bien simplemente porque el poder político se acuesta con él, los profetas tienen la costumbre de señalar las piezas que no encajan, apuntar al sufrimiento de aquellos que no tienen voz y resaltar la responsabilidad moral que va del rey al más miserable de sus súbditos.
La carta a los Gálatas constituye una de las piezas más notables no sólo del Nuevo Testamento sino de la Historia de las religiones. Probablemente, fue el primer escrito de Pablo de Tarso, redactado allá por el año 49, y, desde luego, uno de los primeros del cristianismo primitivo.
Me entero de que José María Aznar, posiblemente el mejor presidente de nuestra reciente Historia, anuncia la presentación de una denuncia por la revelación de datos relativos a sus declaraciones de renta y sociedades. Por un lado, sólo puedo felicitarle; por otro, me preguntó por qué sólo él ha tomado ese derrotero.