El reinado de Sedequías fue la última oportunidad perdida por el reino de Judá que conoció Jeremías. Las advertencias del juicio que se venía encima no podían ser más claras y hasta incluían una primera deportación a Babilonia.
No fue Lenin sino Pablo de Tarso el que, escribiendo a los tesalonicenses, dijo de manera lapidaria aquello de que “el que no trabaje que no coma”. El contexto tiene además su interés porque el apóstol se refería a aquellos que, apelando a interpretaciones ideológicas, en concreto, la supuesta cercanía de la Segunda venida de Cristo, estaban dispuestos a vivir del prójimo.
Se cumple por estos días el cuadragésimo aniversario de la visita de Solzhenitsyn a España. Fue aquel un suceso sonado porque el Premio Nobel de literatura, en una entrevista extraordinaria realizada por José María Íñigo, tuvo el atrevimiento de decir que lo que pasaba en España distaba mucho de ser una dictadura cuando se comparaba con la URSS.
No olvidaré la escena. Había quedado citado en un restaurante cercano a Colón con un amigo ruso. Como suele suceder, llegué antes. Entretenía la espera leyendo cuando vislumbré su figura en la entrada.
Al concluir el día de descanso prescrito por la Torah, María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron algunas hierbas aromáticas con la intención de ir a ungir al difunto al día siguiente (Marcos 16, 1).
El Canto del Siervo contenido en el libro del profeta Isaías hablaba de que el personaje en cuestión, “tras haber puesto su vida en expiación” vería luz (Isaías 53, 10-11), es decir, volvería a vivir.