Sin ningún género de dudas, el libro de los salmos contiene algunas de las porciones literarias de mayor hondura psicológica no sólo de la Biblia sino de la Historia de la literatura universal.
La definición fue dada por la propia reina en sus años de exilio: “A veces me parecía estar metida en un laberinto por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara.
Reflexionando sobre los resultados electorales me viene a la mente sin cesar una vieja figurilla india. Se trata de los tres monos que, respectivamente, se tapan ojos, oídos y boca.
En una nación como Estados Unidos donde los grandes eventos deportivos son siempre antecedidos por la entonación del himno nacional episodios como el de una pitada contra el Jefe del Estado resultan simplemente inimaginables.
No se necesita una especial inteligencia para comprender que una organización que no duda en atribuir a su cabeza un tratamiento que la Biblia sólo atribuye a Jesús y que no ha tenido el menor reparo en falsificar documentos para crear un estado que perdura hasta la actualidad, no iba a detenerse ante nada si sus intereses así le convenían.
Dentro del libro de los Salmos hay un grupo especial – los salmos del 113 al 118 – que reciben el nombre salmos del Hal.lel. Los judíos los han considerado históricamente como una unidad que se recita en ocasiones especialmente alegres como la Pascua, Pentecostés o la fiesta de las cabañas. A esas fiestas, los judíos han ido añadiendo otras con el paso de los siglos – algunos suman, por ejemplo, el día de la independencia de Israel – pero en la época de Jesús se cantaban específicamente con las señaladas.