Hace unos días, Argentina celebraba su fiesta nacional que, lógicamente, conmemora la independencia de la metrópoli. Hasta ahí todo resultaba normal.
En los últimos días, algunos han manifestado su sorpresa y horror al saber que las huestes del estado islámico violan de manera sistemática a sus prisioneras. El horror es comprensible; la sorpresa sólo se entiende si desconocen de manera grave la vida de Mahoma.
Aún no han dado inicio las primarias presidenciales en Estados Unidos y parece existir la sensación de que los nominados serán, finalmente, Hillary Clinton por el partido demócrata y Jeb Bush, por el republicano.
Sólo hay una emoción humana que no aparece en el libro de los Salmos al que hemos dedicado las últimas entregas. Se trata del amor entre un hombre y una mujer.
Resulta un tópico señalar que Galdós fue el novelista español más importante del siglo XIX.
Resulta en ocasiones sorprendente descubrir la impresión tan absolutamente errónea que tiene el gran público de determinadas obras literarias. Estoy convencido de que para la inmensa mayoría la historia de Aladino y su prodigiosa lámpara no pasa de ser un relato para niños destinado única y exclusivamente al consumo infantil.
Imagínense que, una mañana, mientras se desayunan con las noticias del día referentes a los desarreglos nacionales e internacionales les sorprende la nueva de que naves extraterrestres han aterrizado en nuestro planeta. No son muchos, pero van pertrechados con un armamento superior al de nosotros los terrícolas.