Tras la muerte de Almanzor, el islam español estalló en una serie de unidades políticas denominadas convencionalmente reinos de taifas. Escasa perdurabilidad hubieran tenido, a pesar de su refinamiento cultural, de no ser por la llegada de sucesivas invasiones de integristas islámicos procedentes del norte de África.
Se ha cumplido estos días el cincuenta aniversario de la muerte de Cole Porter y confieso que la fecha me ha llenado de melancolía. Porter era un compositor extraordinario no sólo por su fecundidad – mil canciones, nota arriba, nota abajo – sino también por su lenguaje y su capacidad de versificación. Incluso su melodía más sencilla demuestra un dominio del idioma realmente pasmoso, amén de una capacidad para la diversificación casi sobrecogedora.
Desde el exilio, he visto las imágenes y no puedo creerlas. Un cordón policial delante de la casa donde se sacrificó al perro Excalibur; vecinos con un letrero en inglés avisando al animal de que España está con él; gente gritando a la policía “¡Asesinos!” y epítetos en los que se niega rotundamente la decencia de sus madres…
Confieso que comencé a ver la serie con escepticismo. Acababa de tragarme las dos temporadas de Hatufim y, sinceramente, cuando me dijeron que Homeland estaba basada en la citada serie israelí no creí que pudiera superarla.
Hace quince siglos, el pueblo de Israel llegó a las puertas de la Tierra prometida. Debería haber dado gritos de júbilo, pero la Biblia dice que de los 12 espías enviados por Moisés a Canaán sólo dos creyeron que Dios les entregaría la tierra. Los otros diez sólo vieron dificultades insalvables y cuestionaron las promesas divinas. El resultado fue trágico. Israel no entró en aquella tierra hasta que todos sus miembros desaparecieron.
España ha dado una serie de héroes al acervo universal que han sido objeto de adaptaciones en otros países. Es el caso de don Juan y del Quijote, pero también lo es del Cid, el único que, por añadidura, es un personaje histórico.
Carlos Sánchez Berzaín es un político curtido. ministro en cinco ocasiones, congresista y pre-candidato presidencial, no ha abandonado el servicio político, una circunstancia que ha terminado provocando su asilo político en el extranjero. En la actualidad, desde el exilio, en su calidad de director del Interamerican Institute for Democracy, continúa a día de hoy su lucha en favor de la democracia para el pueblo de Bolivia.