Aquí están los vídeos de la presentación de 'No viene para quedarme. Memorias de un disidente'. El primero – inconmensurable y fenomenal – es el de la presentación de Roberto Centeno, al que también quisieron echar de Es. Radio y al que acabaron expulsando con mi salida. No debe apenarse. Cualquiera de sus artículos tiene mucha, muchísima más recepción que el programa de Dieter Brandau y el de Luis Herrero juntos. El segundo video es el de mi presentación. Gran día que sólo puedo agradecerles a ustedes. Que los disfruten y God bless ya!!! Que Dios los bendiga!!!
Si, como señalaba en un artículo anterior, disparatada me parece la reforma del código penal que, como cacarean algunos, prohibirá Mein Kampf no menos insostenible me parecen su presunta delimitación y sus efectos. Señalar como una de sus fronteras los procesos de Nüremberg es un verdadero dislate.
Una de las oportunidades que me ha brindado Estados Unidos es la de vivir de cerca el apocalipsis. Aquí, lo mismo te enteras de que acaba de comenzar una guerra cuyas consecuencias pueden extenderse generaciones, que un ciclón arrasa la ciudad o que – como sucede ahora – el gobierno no tiene dinero y los funcionarios no cobran. No entraré en las causas y el desarrollo de ese apocalipsis presunto que vive ahora Estados Unidos porque en otras páginas de este diario ya me he ocupado de ello. Permítaseme sólo narrar la experiencia cotidiana.
Hace un par de años se realizó una encuesta entre los libreros de Estados Unidos para determinar cuál había sido la mejor novela del s. XX. Por abultada diferencia, se alzó con el galardón Matar a un ruiseñor, la única novela debida a Harper Lee, una amiga íntima de Truman Capote. Con unas ventas millonarias y una cadena de ininterrumpidas reediciones, la decisión debió sorprender a muy pocos.
El profeta Jeremías ha descrito en el capítulo 8 del libro que lleva su nombre una sociedad cuyas características llaman poderosamente la atención. Los políticos eran gente corrupta que no entraba a fondo en los problemas de la gente y, por el contrario, insistían en que todo iba bien y seguramente aún sería mejor en el futuro.
A mediados del s. XVII, los comunes del parlamento inglés decidieron enfrentarse con la pretensiones del rey Carlos I de elevar los impuestos para costear nuevos gastos regios. La respuesta del monarca ante el desafío del parlamento fue la de enviar a algunos de sus guardias para que prendieran a los disidentes.