¿Se imagina alguien a un católico anunciando que Dios va a destruir el Vaticano o a un musulmán proclamando que Al.lah va a arrasar la Meca?
Si hubiera que quedarse con uno de los monumentos de Washington, seguramente la mayoría lo haría con el memorial erigido en recuerdo de Abraham Lincoln. Los que hayan seguido mínimamente mi trayectoria saben que a principios de este siglo gane un premio de biografía con una dedicada a Lincoln. Fue aquel un episodio curioso en el que no me voy a detener y que menciono aquí sólo para recordar que mi interés por Lincoln viene de muy atrás.
Washington es una ciudad dotada de una elegancia poco común. Aúna la belleza de ciudades europeas como París, Madrid o Viena con un estilo hermosamente americano.
Hace unas semanas fui invitado por el Women Pen Club de Miami a presentar uno de mis libros. Finalmente, decidieron que fuera La herencia del cristianismo. La presentación iba a ser en inglés, pero una cadena de TV local que emite en español me pidió que la realizara en mi lengua natal.
Existen enormes diferencias entre la actitud del verdadero profeta de Dios y de aquellos que suelen proclamarse profetas de Dios. Mientras que los falsos profetas gustan de lanzar vaticinios de futuro que nunca se cumplen – una mujer va a ser elegida presidenta del Ecuador, la acumulación de lunas rojas es señal de que Cristo va a volver en septiembre de 2015, etc – y que dejan de manifiesto su naturaleza real a los que conserven un poco de sentido común, el profeta verdadero no pregona su condición – aunque está acaba siendo percibida por muchos de los que están alrededor de él o lo escuchan con atención – e incluso en ocasiones es reticente a desempeñarla.
Si ayer me refería al vértigo que da moverse por ciertos ambientes en Washington, hoy tengo que mencionar la no menor impresión que produce ese universo que por aquí denominan Charities y que etiqueta a no pocas entidades dedicadas a hacer bien al prójimo. La diferencia cultura con España es abismal y debo decir con no poco dolor que no precisamente a favor de mi país de origen. Juzguen ustedes por si mismos.