La palabra Everest despierta en nosotros resonancias exóticas y lejanas pespunteadas de nieve, de sherpas y de cordilleras con tono de inalcanzables. Resultaba casi imposible venir al Tíbet y no subir el Everest aunque, por supuesto, no pasemos de poco más de allá del campamento base. Resulta casi imposible, pero no es lo más prudente.
Es triste tener que reconocerlo, pero España no ha destacado en ninguna época de su dilatada Historia por brillar en el terreno de la investigación científica.
En China, son ahora poco más de las seis de la tarde y concluye un día en el que he contemplado, navegando por el río Li, algunos de los paisajes más hermosos que me ha sido dado contemplar jamás. En mi residencia habitual de Estados Unidos, son poco más de las seis de la mañana, es decir, hay doce horas de diferencia.
Si se pregunta a cualquiera de los habitantes del Tíbet, cuál es su religión dirá que es el budismo. Es cierto que hay algunos musulmanes de origen chino y, en la clandestinidad, algunos evangélicos, pero la realidad es que el Tíbet es una región budista.
El 10 de diciembre de 2010, un senador de Vermont pronunció un discurso en la cámara alta de los Estados Unidos que duró más de ocho horas y media. Su contenido, publicado en forma de libro, constituyó uno de los alegatos más extraordinarios desarrollados nunca en el seno de un órgano legislativo contemporáneo.
Este viaje por el Tíbet está dando de si mucho más de lo que yo pensé originalmente. Adelanto que, Dios mediante, tendremos entregas sobre la Historia contemporánea, la religión, la gastronomía e incluso el excursionismo en el Tíbet. Comencemos con un tema esencial precisamente por lo mentido y manipulado durante décadas.
DE LA MUERTE DE SANTIAGO A LA GUERRA CON ROMA Y LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO (62 A 70 D. J.C.) (I)
Me he referido varias veces a Charles Wesley. Además de notable predicador – aunque no tanto como su hermano John – Charles fue uno de los compositores más extraordinarios de la música espiritual de todos los tiempos.